30 de mayo de 2014

La doctrina de la violencia

15-M, movilizaciones contra los tarifazos del transporte público en Barcelona, mareas verdes, amarillas y no sé de cuántos colores más, protestas diversas a base de sentadas, manifestaciones festivas y un largo etcétera de derroche imaginativo. Y no se consigue absolutamente nada. El autismo de los políticos por toda respuesta.

Gamonal, Sants, palos, piedras, gasolina, heridos, detenidos, incendios, cristales rotos, contenedores ardiendo... Y se cubren objetivos. Los políticos se cagan y se la envainan.

Después, aparecen en ruedas de prensa investidos a fuer del mismísimo Gandhi clamando contra la violencia, predicando que con la paz y la negociación se consigue todo, pero que por las bravas nunca se consigue nada. Y lo único que muestran, verdaderamente, es su tremendo miedo a que la cosa se les vaya de las manos, a que los incendios se extiendan, a que una protesta local alcance una dimensión global y sistémica. Apagar como sea el fuego de las cortinas antes de que arda todo el edificio. Hace ya años que están aterrorizados ante la simple idea de una primavera española sabedores de que millones de ciudadanos sonríen ante esa posibilidad.

Pero el mensaje que verdaderamente emiten ellos, más allá de sus hipocresías, de sus cinismos y de sus estupideces, por encima de sus lugares comunes de chorradas políticamente correctas, es que las cosas sólo se consiguen haciendo gasto en antidisturbios. No atienden a la razón, sólo al palo.

¿Quién es el verdaderamente violento? ¿El que lanza la botella de inflamable o el que no cede un milímetro en horas, días, semanas, meses de negociación pacífica y se allana completamente a las pocas horas de follón?

¿Quién fomenta, quién propugna la violencia?

Imagen: Anonymous Tx en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

22 de mayo de 2014

Ese imposible derecho al olvido

Ese tema del derecho al olvido es delicado y difícil. Lo primero que uno se pregunta (de hecho, algunos comentaristas se lo han preguntado) es de dónde sale ese presunto derecho, quién se lo ha inventado y quién ha promulgado ese inédito derecho exclusivo a escribir la propia biografía sin que nadie más pueda hacerlo. También hay que reconocer que si ese derecho no existe, o no existía hasta ahora, es, sencillamente, porque no había hecho falta o sólo les había hecho falta a los escasísimos prohombres con entidad suficiente como para que alguien emplease tiempo escribiendo -y dinero editando- un libro sobre ellos. Pero con Internet, el problema se extiende a todo el mundo: cualquiera, absolutamente cualquiera, puede ser biografiado por cualquiera -y de modo bastante exhaustivo- con gran facilidad.

Y sí, humanamente parece que sí apetece la consagración de ese derecho. Yo pienso muchas veces en las pobres hijas de Zapatero y en aquella foto ominosa. Pienso en un futuro en el que unas mujeres, quizá capacitadas, quizá excelentes profesionales, acaso vean puertas cerradas por la inoportuna -pero prácticamente segura- aparición de la desgraciada fotografía en cuestión, precisamente en una época en que las empresas, los partidos políticos, corporaciones, incluso no pocos ámbitos de las administraciones públicas, rinden tantísimo culto a la imagen que no aceptarían que esas chicas pudieran representar visiblemente a la organización de marras u ocupar un puesto de eventual trascendencia mediática.

¿Por qué tendrían las Zapatero que sufrir las veleidades de un padre que ignoró incluso su exacto papel como tal? Efectivamente, prácticamente todos los padres, puestos en su lugar, hubiéramos dicho -como tantas veces hemos dicho en ocasiones similares de acuerdo con la vida social de cada uno- aquello de «Ni hablar, vestida así no vas a...» y aquí pon «la comunión de tu prima», «el entierro de la abuela»... o «visitar al presidente de los Estados Unidos». En su tremenda carencia de referencias firmes, Zap ignoró (no sé si ignorará todavía) que el ejercicio de la paternidad comporta, entre otras cosas, un responsable y adecuado ejercicio de la autoridad. Y ejercer la autoridad supone, en muchas ocasiones, privar a alguien -a los hijos, en este caso- del uso y disfrute de una determinada libertad que, en términos generales, preexiste. ¿Tendrán que pagarlo sus hijas de por vida?

Más generalmente, todos hemos hecho burradas cuando éramos jóvenes... ¿Hay que purgarlas a perpetuidad? ¿Hay derecho a que una impremeditada borrachera juvenil -pongo por caso- constituya una seria barrera al progreso laboral, profesional y social de una persona quizá, por lo demás, brillante? Se me viene ahora el recuerdo de una batallita de la mili: un gastador pasó su último mes de servicio en el calabozo; bastante perjudicado por libaciones, al parecer abundantes, no se le ocurrió nada más que subirse una noche a la mesa del coronel con un atuendo estrafalario y unos calzoncillos por sombrero y dejar que le hicieran una foto. Naturalmente, la foto (hecha con una cámara Polaroid) circuló y... bueno... Chorradas de chavales, y más en el entorno de la mili, sí, pero... ¿y si esa foto hubiera subido a Internet? No sé qué será de ese chico -hoy un hombre con la jubilación en un horizonte a medio plazo, como yo mismo- porque tampoco lo conocí mucho entonces, pero imaginemos por un momento que hoy es un feliz y acreditado director de Relaciones Públicas de una cadena de grandes almacenes, pongamos por caso. ¿Lo habría sido con esa foto ahí arriba? Muy probablemente no. Mire, Martínez, es usted un profesional como la copa de un pino, y en esta casa le apreciamos mucho, pero imagine que tenemos un problema grave, que usted sale a dar la cara, como sería obligación de su cargo, y la gente de Twitter o de Menéame empieza a hacer correr esa foto; figúrese: encima del problemón originario, la rechifla subsiguiente...

Lo cierto es que todos vivimos ya en un escaparate, no sólo porque nos ven los que tenemos alrededor en un momento dado sino porque, según ruede, puede llegar a vernos el mundo entero. Tal como suena.

Esta mañana veía un tuiteo en el que alguien acusaba al conductor de una furgoneta de la Diputación de Girona de haber arrojado en carretera una colilla encendida que fue a parar al parabrisas del tuitero, que circulaba inmediatamente detrás. Y en el propio tuit viene la foto de la furgoneta con el logotipo de la Diputación y la matrícula del vehículo. Puede que no pase nada. Puede que ese conductor sea llamado a capítulo y pase un mal rato. Puede pasarle algo incluso peor según lo que tengan de despiadados sus superiores y lo precario de su contrato.

Todo ello es luctuoso, pero es así, es como está funcionando el mundo ahora mismo. ¿Puede evitarse? No lo sé, es realmente difícil. Incluso aunque se lograse sacar un contenido fuera de la red -empresa tan difícil que parece redondamente imposible- ese contenido podría residir en millares de discos duros o de directorios in the cloud y reaparecer y multiplicarse exponencialmente por segundos en el momento menos pensado (y, normalmente, más inoportuno). Seguro que gobernantes estúpidos intentarán legislar contra eso; recordemos que los tontos con gorra de plato (Gil y Gil en eso tenía razón) tienden a creer que sus ukases son taumatúrgicos y todo lo pueden; así tenemos nosotros un Código penal enciclopédico y abarrotado de estupideces. Pero todo lo que se haga al respecto será inútil, según me temo. Por eso me sorprende la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (habitualmente muy bien centrado en los asuntos tecnológicos) obligando a Google a borrar los enlaces a un determinado contenido no muy airoso para el afectado al que beneficia la sentencia: si ni la retirada del contenido sería suficiente -como acabamos de ver- ¿que se cree nadie que va a ganar retirando enlaces de buscadores sin siquiera retirar el propio contenido de allá donde está? De locos.

La solución, desde luego, no está en llenar de tonterías la máquina de legislar o de sentenciar y ponerla en marcha.

En realidad, no hay más solución que la pública y generalizada asunción de la idea de que nadie, ninguno de nosotros, es perfecto, que mañana podemos ser nosotros mismos víctimas de un bochorno parecido al que hoy estamos haciendo pasar a otro. Es cuestión, en fin, de educación y de conciencia social. Del mismo modo que hace no tantos años los discapacitados mentales o sensoriales eran objeto de burla o, como mínimo, de trato despectivo y hoy reciben -aún con todas las carencias que todavía sufren- un trato más humano y justo, tendremos que empezar a asumir que un dirigente empresarial o político o social totalmente digno de ocupar la posición en la que está, no pierde ni un átomo de mérito o de dignidad por el hecho de que todos sepamos -o podamos saber- que a los dieciséis años se le fue la mano en un botellón o que a los veinte escribió una carta a un periódico diciendo cuatro tonterías mal meditadas.

Porque el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

21 de mayo de 2014

Barcelona pierde la Festa al Cel

Tras el fiasco de la edición de 2013, la Festa al Cel, la exhibición aérea más importante de España, pasará a celebrarse en Mataró, ciudad próxima a Barcelona y capital de la vecina comarca del Maresme.

No es un desastre -como sí pudo considerarse tal la suspensión del evento el pasado año-, pero no cabe duda de que es una importantísima pérdida para Barcelona y para sus festejos de la Mercè que la Festa al Cel siempre cerraba. Y no es porque Mataró no sea un escenario adecuado (tiene un frente marítimo y playero más que suficiente), pero tengo la sospecha de que el descenso de público va a ser importante. Y ojalá me equivoque, porque sospecho también que de la cantidad de público va a depender la calidad del evento en futuras ediciones, a medio plazo.

No tengo nada contra Mataró, como tampoco lo hubiera tenido, por ejemplo, contra Sitges, si la Festa al Cel hubiera ido a parar allí (pongo por simple ejemplo, porque no sé si Sitges ha sido candidata a acoger el Festival). El problema no es esta ciudad o esta otra: el problema es que no son Barcelona. Y la inmensa mayoría de los asistentes hemos sido siempre los barceloneses. El personal turista y los aficionados procedentes de otros puntos de España y de Europa han constituido siempre una proporción ínfima de la masa de espectadores. Y tengo mis dudas de que los barceloneses nos desplacemos en masa a Mataró: las incomodidades de desplazarse para un evento así son importantes y, además, representan un gasto, tanto por el desplazamiento en sí mismo como por la prácticamente impepinable necesidad de almorzar in situ o en los alrededores, porque dudo que el transporte interurbano sea suficiente para desplazar en razonables condiciones de tiempo a una masa que, en Barcelona, alcanzaba fácilmente las 300.000 personas (como mínimo, porque ha habido años en que se ha hablado de bastantes más). No será, en todo caso, una buena propuesta de mañana dominical para una familia barcelonesa media que no esté formada por aficionados muy acérrimos a la aeronáutica.

No veo tampoco un escenario de playas vacías, afortunadamente: Barcelona es una ciudad que da para mucho y de buen seguro que habrá miles de aficionados que se desplazarán (aunque, desde luego, no serán 300.000, ni muchísimo menos), y habrá que añadir a ellos los habitantes del propio Mataró y de poblaciones cercanas del Maresme, así como sus veraneantes (estamos hablando de una zona turística de verano y de fin de semana de primer orden), pero no tengo la impresión de que pueda llegar a haber el gentío que se acumulaba en el frente marítimo de la Ciudad Condal. Insisto en que el transporte interurbano -al menos, el habitual- va a ser muy insuficiente y la naturaleza del evento hará una odisea del desplazamiento por carretera.

La verdad es que yo mismo no he decidido ir. Para ello tengo que ver muy claro que toda esa infraestructura -transporte y/o acceso y estacionamiento de vehículo privado, restauración y servicios diversos- sea la mínima suficiente como para no terminar el día -o empezarlo- con un berrinche; lo siento, pero para mí el spotting es eso, fotografiar tranquilamente aviones, preferiblemente en vuelo, y no sortear cuatro mil adversidades como si hubiera que escalar en el Himalaya. Y dudo que llegue a verlo tan claro; por lo menos, el primer año. Probablemente dejaré que otros compañeros más jóvenes y aventureros se expongan a la adversidad y, según me cuenten, decidiré lo que hago el 2015 y sucesivos.

Por tanto, este 2014, muy probablemente estaré en la plataforma de la 25R fotografiando los aterrizajes de los mismos aviones que se exhibirán en la Festa (salvo, claro, los que tengan base en Sabadell). Que no es lo mismo, pero tampoco está nada mal.

Este asunto de la Festa al Cel es una ilustración (no la razón principal, desde luego, pero sí una buena fotografía) de por qué la gestión aeroportuaria -en Barcelona y en cualquier otro lugar- debe ser local, o regional, a lo sumo (entendiendo por regional un concepto geográfico no necesariamente coincidente con el político o el administrativo). AENA ha demostrado, nuevamente -aparte de una gravísima falta de sensibilidad hacia los barceloneses-, que es un organismo antediluviano, producto de un centralismo que no tiene ya en este ámbito, en pleno siglo XXI, ninguna justificación.

Y, aunque no es poco, que sólo haya sido eso.

Imagen: CésarOP en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

15 de mayo de 2014

Mañana de sábado en El Prat

Bueno, pues ya está: descargado, salvado, procesado, guardado y subido a Flickr el trabajo del pasado sábado, 10 en El Prat. Un mal día, con una luz bastante asquerosilla, un cielo a ratos gris, a ratos nublado con algún leve toque de azul y mucha suciedad en el ambiente: no me salió decente ninguna foto tirada con el telezoom a 300 mm y sólo las de cierta proximidad, con un zoom de unos 120 mm, a unos 270 metros de distancia tuvieron una nitidez aceptable. Por eso la práctica totalidad las fotografías de esa cosecha son imágenes de aparatos vistos de perfil, la posición en que se nos aparecen a la distancia más corta de la plataforma.

La plataforma de la 25R, por lo demás, muy frecuentada por turistas deseosos de ver llegar el espectacular Airbus A380 de Emirates. Aún después de muchas semanas aterrizando y despegando diariamente desde nuestro aeropuerto, sigue llamando poderosamente la atención, y los sábados y domingos vale más llegar pronto si no se quiere tener que ir a aparcar al estacionamiento del tanatorio. En general, estos curiosos no suponen demasiado problema -alguna molestia ocasional- con excepción de los despistados o los desconsiderados que se meten por donde les da la gana, empujando, interponiéndose entre fotógrafo y sujeto, sin tener en cuenta que esa plataforma se habilitó precisamente para spotters, no para uso general. No nos molesta compartir la instalación, en absoluto, pero en algunos casos agradeceríamos un poco más de consideración.

Aquí os dejo tres muestras de lo que dio de sí la mañana que, pese a sus malas condiciones, no me dejó mal sabor de boca del todo.

Una interesante toma: un Aibus de Aeroflot con el sticker del Manchester United

El A330 de Turkish aterrizando delante de las mismísimas -e impacientes- narices del 767 de American

Esta es más bien enternecedora: un ucraniano (con la que está cayendo en su casa)

El resto de las fotos (y estas, a mayor tamaño y resolución) podéis verlas pinchando en el enlace que tenéis en la columna de la izquierda.

Pasado mañana, si no se me tuercen los planes, vuelvo otra vez, a ver si hay suerte y el aire está más limpio. La verdad es que en esta época del año es difícil: no hay nada como el invierno, esos días fríos y claros en los que casi te da la impresión que puedes alcanzar a ver a un fraile montserratino meando al pie de un pino.

Ya os cuento...

13 de mayo de 2014

Dolor reglamentario

Llevamos veinticuatro horas alborotados por el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, también y simultáneamente presidenta del PP leonés y también y simultáneamente, cargo importante (cuando no el más importante) en otras cinco corporaciones. Se hablará, supongo, durante mucho tiempo de esto porque tiene todas las características de un folletín: una señora tremendamente antipática y con una imagen bastante mala -al menos para mucha gente- es víctima de una madre y una hija, una de las cuales (presuntamente: la autoría no se ha establecido con seguridad) le dispara tres tiros por la espalda y, a continuación, le descerraja otro más en la cabeza. Y todo ello (siempre presuntamente, claro está) a causa de un despido que antes de despido pudo ser (presuntamente, faltaría más) una contratación a dedo amigo. Técnicamente, ni siquiera fue un despido: la [presunta] despedida ocupaba interinamente una plaza funcionarial; puesta esa plaza a concurso-oposición, resultó ser ganada por otra persona que, lógicamente, desplazó de ella a la interina.

Hasta aquí, ya digo, un hecho luctuoso que, por otra parte y sin duda, proporcionará horas de entretenimiento con base en esa maravilla de medios de comunicación que tenemos (merecidamente, ojo).

Pero, damas y caballeros, agárrense a las butacas que peligra la vida del artista: entra Twitter en liza. Y en Twitter, una serie de gente celebra alborozadamente los hechos y la tipología de defunción que ha afectado a la dama de autos.

Está feo, para qué nos vamos a engañar. Alegrarse de la muerte de alguien está feo... en principio. Y está peor hacerlo en público porque, incluso si hubiera -de ser posible que las hubiera- razones para el jolgorio, hay que pensar que esas razones no afectan a una familia que, probablemente, no sea partícipe de las mismas. Hace unos minutos estaba viendo en un telediario a la hija de la finada llorando desconsoladamente y, qué queréis que os diga: por mala bestia que hubiera sido (en su caso) la víctima, el sufrimiento de esa chica por la muerte de su madre tiene que mover a compasión a cualquier espíritu decente.

Pero la autoridad competente ya se ha lanzado contra Twitter, exigiendo las cabezas de los que llama apologistas de la violencia y otros lugares comunes afectos al caso. Caso difícil, porque las apologías, cuando no son del terrorismo, están poco y mal tipificadas. Pero claro, si encima no existe propiamente apología sino simple alegría por el resultado del suceso, la cosa se mueve ya en el terreno de lo imposible, porque estaríamos ante una conducta atípica y en Derecho penal, «atípico» quiere decir, en castizo, ná de ná. Así de clarito lo expresaba asimismo esta mañana David Maeztu, uno de los más conocidos abogados de la Red:


Por lo tanto, me parece que, esta vez, el muy sacristíaco ministro del Interior se va a tener que envainar su mala leche porque no va a haber juez que le ate esa mosca por el rabo. Quizá pueda picar un poquito -tampoco mucho- la cresta a quienes se hayan dejado llevar por el calentón verbal más extremado, pero dudo mucho de que el gasto que ello supondría rentabilice la escasa ejemplaridad que se obtendría.

O sea, señor ministro, que se fastidia usted y, si le pica, se rasca.

Cuestión distinta es la sociología política del asunto. Sentemos una primera premisa: no es normal (RPT: no es normal) que un sector minoritario, quizá, pero significativo de la sociedad española, manifieste en voz alta y clara su alegría porque un político -una política, en este caso- haya sido asesinado a tiros en medio de la calle -bueno, era un puente, pero ya se entiende- y a plena luz del día.

Y como no es normal, hay que analizar lo que ocurre. Analizar, so botarates, no lanzar al parroquial ministro del Interior a decapitar infieles con el botafumeiro de la venganza políticamente correcta. Y el análisis es muy fácil, porque puede verlo todo el mundo que no mira para otra parte. Como ustedes, so políticos (todos ustedes, particularmente los del PPSOE)

En España, los embalses de la ira están casi a rebosar y las paredes de la presa crujen siniestramente ante la tremenda presión que intentan resistir. Quizá a ustedes, so políticos, les parezca poco o, quizá, soportable, pero en este país hay seis millones de parados. El 40 por 100 de ellos no recibe prestación alguna (o sea, que son parados de larga duración). En dos millones de hogares españoles, carecen de ingresos todos sus miembros. Y de esos seis millones de parados, ¿cuantos lo van a ser crónicamente, para siempre, cuántos no van a poder ser reabsorbidos por el mercado de trabajo?: ¿un millón? ¿dos millones? ¿O quizá tres millones sea una cifra más exacta? Una bolsa estructural y endémica de tres millones de parados, casi nada... Recortes en sanidad y educación, en los salarios públicos (porque muchos de los privados ni salarios pueden siquiera llamarse ya), en la dependencia, en las pensiones (ya les metieron un caponcito y ahora van a por el palo gordo). Centenares de miles de desahucios, familias en la calle y con una deuda que jamás podrán quitarse de encima, condenados a una ruina eterna, suicidas por catástrofe personal económica, laboral o inmobiliaria, niños pasando hambre. HAMBRE. ¿Lo oís, animales? HAMBRE.

Al lado de este Arcadia feliz, la clase política, corrupta hasta el corvejón. No oímos hablar más que de sobres, sobresueldos, comisiones, sobornos, sobrecostes en la obra pública, financiación ilegal de partidos, mariscadas, fiestas de los niños, coches que no se sabe que se tienen... Y a saber lo que [quizá aún] no hayamos oído. Un poder judicial totalmente mediatizado, prácticamente inoperante contra tanta mierda y en las pocas ocasiones en que es algo operativo, la máquina de los indultos del señor Gallardón -otro asiduo de las sacristías- se pone en marcha a tope de revoluciones o, simplemente, aparta a los jueces más osados en un público y notorio escarmiento. En la cárcel está Bárcenas... ¿y quién más? Dos mindundis de Unió, que pasarán unos meses de vacaciones y poco más. A costa de una crisis tremenda que nos ha costado lo descrito arriba se han rescatado bancos y cajas por decenas de miles de millones de dinero público, del dinero de nuestras pensiones, de nuestros subsidios de desempleo, de nuestras escuelas, de nuestros centros hospitalarios... del desayuno, la comida y la cena de muchos niños. ¿Saben ustedes a qué grado llega nuestra irritación cuando constatamos -poco más o menos unas ochocientas veces por persona y día- todo esto que estoy diciendo? No, no lo saben. O sí lo saben pero prefieren no darse ustedes por enterados. Viven ustedes en otra galaxia; en otra galaxia, por supuesto, de nivel superior, no faltaba más. Ni siquiera recatan la foto infamante del presidente del Gobierno siendo jaleado por la flor y la nata del muy cutre -pero muy criminal- capitalismo nacional. Ánimo, Marianico, que España va bien.

¿Y aún se pone exquisito (feliz expresión de uno de los amigotes de ustedes) el muy clerical ministro del Interior? ¿Aún pretenden ustedes que un determinado número de ciudadanos -hoy por hoy pequeño, si bien significativo, repito- no lance cohetes y campanas al vuelo cuando alguien de la Casta es abatido a tiros, incluso aún cuando el suceso no tenga nada que ver con sus... méritos? ¿Ustedes creen, so incompetentes, que atizando un palito -o intentándolo- a unos pocos tuiteros van a aflojar la presión del pantano? Si es así, además de venales, de corruptos, son ustedes imbéciles.

Al muy barato precio de tener que tragar quina ante la alegría de algunos por el asesinato de un político -de una política, vaya- han recibido ustedes un aviso importante, un aviso muy claro de cómo andan los ánimos del personal, de a qué niveles está llegando la inquina contra ustedes. Y no se equivoquen: la culpa de esta inquina no es del Gran Wyoming: es de ustedes mismos. Son ustedes los que alimentan a uno y a mil wyomings.

Lo de matar al mensajero no va a funcionar porque cada vez va a ser mayor la cantidad de gente que se va alegrar de que les maten a ustedes. Aunque sea por repartir mal el botín o por cuernos, aunque no tenga nada que ver la cosa con su gestión política, como parece que ha sido el caso que ahora nos ocupa.

Alégrense. En esta ocasión, la cosa no ha pasado de ahí.