20 de diciembre de 2013

...Y Carrero voló

A las diez menos algo de la mañana, mi padre telefoneaba a casa: «Me han llamado de Madrid. Han matado a Carrero. ¿Dónde está Javier?». Lo que Tom Wolfe denominó el aleteo de los ángeles de la muerte funcionaba en España a muchísima mayor velocidad que las agencias de noticias, atornilladas por la censura del régimen, que aún se preguntaba si gas o bomba, si será una rosa o será un clavel. Javier -yo- estaba, por otra parte, en casa. Como en los últimos seis meses. Mi padre había preguntado por mí exclusivamente a sabiendas de que mis hermanos estarían en el cole. Pero volvamos un poco atrás...

Terminé en junio de ese año el primer curso de la licenciatura de Derecho. Todo aprobado, aunque uno de esos aprobados constituye aún hoy un misterio para mí, pero, en fin, eso compensa idéntico misterio en algún que otro suspenso posterior. Pero a cargo del Ministerio de Educación y Ciencia (así se llamaba entonces) había un tío aún más pintoresco que Wert. Se llamaba Julio Rodríguez Martínez, posteriormente conocido, por las razones del párrafo anterior, como Julito el Breve*. A él se le ocurrió la peregrina idea de asociar el año académico al año solar, de modo que los cursos -de momento, los universitarios- empezarían en enero y terminarían en diciembre. De modo que aquel año de 1973, tuve seis meses de vacaciones; de vacaciones muy difíciles de programar, además, porque, como siempre en España -incluso ahora-, estas cosas nunca se saben seguras hasta el último momento. Y, además, mientras duraron las vacaciones, todo fueron macutazos telefónicos de «oye, que me han dicho que empezamos ya» (donde «ya» iba desde «mañana» hasta «el mes que viene», pasando por «la semana próxima»). Nada: empezamos en enero. Mi segundo de carrera no fue un curso delimitado por dos años, como lo había sido el anterior (1972-1973) o como lo sería el siguiente (1974-1975) sino por uno sólo: 1974. Yo pertenezco a la primera promoción de COU y a la generación universitaria del curso a piñón fijo cronológico del 74. Un curso de seis meses, en vez de nueve, porque el ministro que sucedió a Julito el Breve, más racional, devolvió las aguas a su cauce.

Por eso mi padre preguntaba por dónde andaba yo. Porque, en un principio, hasta que el paso de las horas -de muchas horas- mostró que no iba a pasar nada, hubo miedo, muchísimo miedo. No porque se esperara ningún movimiento contra el régimen sino porque, al contrario, se temía que el régimen desatara una represión brutal y ciega, es decir, indiscriminada. Y los universitarios éramos un target fijo si ésta se desencadenaba. Al final, como a toro pasado es sabido, no pasó nada: pagaron el pato Marcelino Camacho y sus colegas del «Proceso 1001» y Puig Antich. Los primeros estaban en la calle apenas un par de años después; al segundo no pudo amnistiarlo nadie. Pero hasta que todo esto estuvo claro, pasamos miedo, muchísimo miedo: Carrero Blanco era una mala bestia y sus acólitos no se quedarían tan tranquilos viendo que alguien había osado liquidar a quien parecía llamado a constituir la garantía de continuidad del llamado «Régimen del 18 de Julio». Hubo tranquilidad formal, es decir, ausencia de disturbios, pero fue la única tranquilidad que hubo. Ni siquiera la propia muerte de Franco -quizá por prevista, por digerida con anticipación- trajo tanto miedo por lo inmediato; preocupación por el futuro, sí, pero no miedo a que se desencadenara una matanza. Pero ese 20 de diciembre de 1973, no lo tuvimos claro hasta muy caída ya la tarde. Y aún así, los siguientes días después de las fiestas, ya reiniciado el curso académico, anduvimos con la mosca tras la oreja. Lo cierto, sin embargo, es que ni siquiera la ejecución de Puig Antich (que la propia gauche divine se tomó bastante a la fresca) provocó alteraciones importantes, más allá de algunos disturbios previstos y previsibles de los que ni siquiera guardo memoria.

Esta es mi vivencia personal. El resto de la historia, podéis buscarla por ahí y hallaréis cosas interesantes, sin duda, como la especulación -por otra parte, racional- sobre si ETA fue la que proyectó el atentado o solamente fue el brazo ejecutor de... ¿quién? Yo recuerdo haber visto, uno o dos días antes del atentado, la foto de Henry Kissinger, a la sazón secretario de Estado norteamericano, saliendo de su entrevista con Carrero con una cara así de larga, sombría... fúnebre, diría yo. Y hasta aquí puedo leer, pero conviene no olvidar que a Kissinger no le temblaba el pulso a la hora de hacer liquidar a la gente; no en vano ostenta el Premio Nobel de la Paz.

De todo esto se cumplen hoy cuarenta años. La leche, cuarenta años y yo lo recuerdo vívidamente como si hubiera sucedido el año pasado. ¡Qué viejo me estoy haciendo!

Me quedo, eso sí, con el premio a título póstumo que Franco le otorgó al hombre que le guardó una fidelidad inmensa e incondicional, a su perro faldero, que lo fue desde que se conocieron en los días del desembarco de Alhucemas, y que constituyó su epitafio político e histórico: «No hay mal que por bien no venga».

Inmenso.

Imagen: Placa en el lugar del atentado (autor: J.L. de Diego) en Wikimedia Commons
Licencia: Dominio público

* En la entrada dedicada a Julio Rodríguez en Wikipedia, su autor indica que el curso de 1974 sólo fue tal como lo cuento para los alumnos del primer curso de cada carrera. No es exacto. En la Universidad de Barcelona, cuando menos, afectó a todos los cursos de todas las licenciaturas y diplomaturas (aunque admito que pudo haber alguna excepción -recalco lo de «excepción» porque habría sido eso-, si bien a fecha de hoy no me consta ninguna).

11 de diciembre de 2013

Logística de andar por casa

Muchos medios, especializados o generalistas, se preguntan con frecuencia por qué España va tan atrasada en materia de comercio electrónico; por qué, pese a avanzar, se hace tan lentamente, tan de poco en poco...

Hay muchos factores: la desconfianza hacia las compras on line que deriva de la ignorancia tecnológica y digital de este país podría, quizá, ser la primera. La primera, quizá sí, pero no la única.

Mi experiencia personal -y compro bastante al cabo del año o habrá que decir que compraba- tiende más bien a la frustración. Frustración que casi nunca viene dada por el producto o servicio adquirido, que, en general, suele satisfacer las espectativas generadas al momento de adquirirlo, sino en el entorno de esas adquisiciones o de las empresas vendedoras.

Desde hace ya mucho tiempo, la experiencia de comprar productos por Internet (los servicios son otra historia, por la propia naturaleza de lo que se verá a continuación) acaba convirtiéndose en una rabieta y en un ataque de mala leche por causa del transportista, logista, como les gusta hacerse llamar a quienes, en definitiva, no se diferencian tanto de los antiguos recaderos. Pero con rara unanimidad y escasísimas excepciones convierten la compra en Red en una llaga.

Ayer tuve una muestra con lo que será mi penúltima compra en red en mucho tiempo (y digo penúltima porque aún tengo una entrega en curso que espero para uno de estos siglos) y digo mucho tiempo porque para siempre tiene un qué imprudente, no por ganas de reincidir.

Encargué hace unos días un lector de libros electrónicos para regalárselo por Reyes a mi hija mayor, presa de un severo mono por la avería terminal del que tenía. Me incliné por el Papyre 613, un pelín anticuado, pero para hacer cosas complejas ella ya tiene la tableta; el precio del artefacto no estaba nada mal y, encima, su sistema operativo es Linux, así que me fui a la web de Grammata (la empresa fabricante) y lo compré, sin ningún problema en lo que se refiere al acto de la compra, al sistema de pago y a la confirmación y documentación de la operación.

Pocos días después, me llega un SMS advirtiéndome de que se intentó la entrega -a no recuerdo qué hora de la mañana- y que no había nadie en casa, pidiéndome que llamara a un número de teléfono que resulta ser de la empresa MRW, donde me comunican que se hará un segundo intento «lunes, martes o miércoles de 4 a 7 de la tarde». Contesté que, en términos generales me iba bien, pero que antes de las 5 de la tarde no tenía forma de que hubiera alguien en casa; que si, en todo caso, me lo pudieran fijar en un único día intentaría encontrar a alguien que me pudiera hacer el favor de estar en casa de 4 a 5 o bien de recogerlo en la suya (un vecino o algo así), porque lo que no podía de ninguna manera es tener a alguien de guardia tres días seguidos por si al transportista le da por ir el miércoles. Respuesta (de la consabida operadora): que no, que son Fiestas, que hay muchísimo trabajo y que esto es lo que hay, sí o sí. Bueno, qué remedio, ellos tienen la sartén por el mango, así que confié en que el transportista, viniera el día que viniera, lo hiciera a partir de las 5 de la tarde. No tuve en cuenta ni el viento ni la ley de Murphy, que es inexorable: el transportista fue a casa el lunes a las 4,30.

Ayer llamo a MRW y me dicen que no me queda otra que ir a recoger el aparato a su almacén (obviamente situado en el otro culo de la ciudad) porque ellos, con dos entregas, ya han cumplido. Los pongo a parir (demasiado poco: estuve desacostumbradamente moderado) en Twitter y, vaya, me aparece @MRW_es para decirme que en @MRW_clientes atenderán gustosos mi problema. Pero mi gozo en un pozo: en @MRW_clientes me salen por la misma petenera que la operadora, que a ellos les ha contratado Grammata con estas condiciones y que, si quiero, puedo reclamar en no sé qué otra web. Les digo que no, que a quien reclamaré es a Grammata, que es con quien tengo relación porque, en definitiva, yo no he contratado a MRW (aunque yo sea, en definitiva, el que les sufre), cosa que haré en próximas horas.

Esta es la última historia con los recaderos. No es la única: esta, más o menos, se ha repetido decenas de veces. Más esporádicamente (¡muy esporádicamente!) he encontrado a algunos de mejor rollo que se han avenido a horarios normales para gente que trabaja o que han intentado buscar alternativas, pero vaya, siempre, siempre, siempre, ha habido problemas, follones y molestias. Pero va a ser, ya digo, la penúltima, porque me parece que voy a hacer cruz y raya con el comercio electrónico. Al final, sí, puedes ahorrarte unos eurillos en relación al precio del mismo artículo en la tienda (nunca muchos, tampoco), eurillos que, desde luego, no pagan los berrinches que acabas pillando con la puta logística. Se ve que a las cabezas pensantes de esas empresas no se les ocurre (pese a tanto MBA y tanta cagarela) que si transportan artículos de consumo, lo normal es que las entregas deban hacerse fuera de horario laboral. Pues no: pretenden entregarte un artículo de uso doméstico a las 11 de la mañana, por ejemplo. Debe ser que los jubilados y las tres o cuatro amas de casa que aún quedan deben constituir el núcleo potente de compradores en Red.

Parte de la culpa es también de los proveedores. Grammata, por ejemplo, paga a MRW por un servicio determinado que es este: a cualquier hora del día con el máximo de las 7 de la tarde. Imagino que si optan por un horario más estrecho, los portes les saldrán más caros. Que se joda, pues, el cliente. No me parece que sea una política empresarial de mucho futuro, pero en los tiempos que corren, vete a saber.

¡Quien me iba a decir a mí a estas alturas que iba a añorar un servicio tan tradicionalmente cutre como Correos! Pero, al final, por lejos que tengas la oficina postal, siempre estará más cerca que los sitios estos donde los recaderos montan sus almacenes y una vez salvado el paseíto hasta allí, nunca hay problemas, oye. En adelante, pues, sólo compraré a quienes distribuyan su mercancía mediante servicios postales públicos: son los únicos con quienes la compra no termina en un severo cagontó.

En todo caso, creo que los organismos de consumo deberían exigir a los vendedores que en sus páginas de de oferta de producto constara claramente la exacta referencia a los horarios de entrega, porque si yo los sé, y no me convienen, igual no les compro y me ahorro estos saraos. Y mientras Consumo no lo exija, creo que somos los consumidores los que deberíamos hacer listas negras de las empresas que contratan servicios de logística insuficientes o negligentes. Mi aportación al primero de la lista: Grammata.

Ahí está.

Imagen: Wikimedia Commons
Licencia: Dominio público

9 de diciembre de 2013

Aventuras y cosas raras

Mi nunca suficientemente bien ponderada Arati ilustra hoy un dulcemente gélido post de este fin de semana con una fotografía del Endurance no sé si ya atrapado por los hielos o todavía flotante y navegante.

El Endurance fue, junto con el Aurora, uno de los buques de la expedición de Ernest Shakleton a la Antártida, una peripecia durísima que estuvo a punto de acabar muy mal y que sólo salvó del desastre el firme liderazgo de Shakleton y la capacidad de sacrificio de los hombres que lo acompañaron.

Rememorando las diversas epopeyas de Shakleton y releyendo aquí y allá algunas cosillas sobre ellas, me viene a la cabeza el protagonismo de la Royal Geographical Society en tantas y tantas expediciones aventureras -plenas de afanes y fines científicos- de los últimos casi 200 años (se fundó en 1830) y constituye -en posiciones de cabeza- una de las muchísimas cosas que les envidio a los británicos.

Uno, que perdió el miedo a los libros -un miedo que no estoy nada seguro de haber tenido, pero, en fin- con Julio Verne, que nació a la geografía con «La vuelta al mundo en 80 días», que siguió sobre el mapa las aventuras y desventuras de Miguel Strogoff, que las pasó canutas cruzando los Andes con los hijos del capitán Grant, que navegó con Pedro Simple, que se conmovió con «Dersu Uzala», que sufrió los rigores de Alaska -y muchos otros rigores- de la mano de Jack London, y que todavía hoy relee con fruición las aventuras de Jack Aubrey; uno, que no deja de admirarse con aquella maravillosa generación de marinos científicos del XVIII que tanto ha glosado... siempre lamenta que aquel grupo de españoles excepcionales no tuviera herederos, quizá no tanto necesariamente en su genio sino en sus inquietudes, unas inquietudes que alumbraran una entidad como la Royal o como su hija norteamericana, la National Geographic Society. Pero, claro, aquí optamos por el vivan las caenas en vez de pasar por la máquina de afeitar a toda la gente del cuadro aquel de Goya. Sí, para hacer las cosas que hacen los británicos o los norteamericanos probablemente haya que ser británico o nortemericano... o alemán, o frances...

Me gustaría ser británico no tanto por lo que todos pensamos en primera instancia al imaginarnos a Gran Bretaña: su sólida economía, su brillante historia (también la tenemos aquí, pero somos tan burros que nos negamos a conocerla y a apreciarla), su acendrado concepto de la ciudadanía... No, lo que yo les envidio, sobre todo, es la facilidad con que convierten en apasionante y generalizan lo que el analfabetismo cazallero de aquí califica rápidamente de raro (es decir, todo lo que no sea fútbol).

En fin: que no somos nada, y no por casualidad.

Imagen: «La familia de Carlos IV»; Francisco de Goya - Museo del Prado
Licencia: Dominio público

7 de diciembre de 2013

Glu, glu, glu

Pasado lo que Tom Wolfe hubiera descrito como «denso intante adrenalínico», es decir, las horas siguientes al 11 de septiembre de 2012 (repito para que se vea que no es una errata: 2012), es decir, la primera alarma secesionista, una vez constatado palpablemente el hecho de que no iba a haber en Cataluña secesión alguna (lo del 11-S 2013 ni siquiera cuenta a efectos reales: con todo el despliegue de Prensa y Radio del Movimiento que hubo desde ya antes del verano, era lo mínimo que podían lograr), ahora sólo queda aquello tan relajante como coger un buen vaso de lo que a cada cual le guste (relaxing cup, ya sabes...), sentarse en el porche y ver pasar tranquilamente el naufragio del «Titanic» este que ha puesto Mas a navegar.

Veamos cómo está el patio...

Convergència, Mas y Unió

El orden del enunciado sólo responde a separar Convergència de Unió. Lo cierto es que cabe empezar por Mas.

Mas está muerto. Políticamente hablando, claro, no vayamos a montar dramas por una tontería. Está muerto y sólo falta enterrarlo, que eso ya se verá. Mas era un interludio dinástico y más o menos tecnocrático entre Pujol y Pujol, pero, según todos los indicios, él no lo sabía. Porque si lo sabía, la cosa es aún peor (para él). Era un tapado de cartón, pero no quiso o no supo asumirlo y quiso hacer la guerra por su cuenta. Otro (tras Clos y Hereu) en querer pasar a la Historia por cuenta propia y medios -y, lo que es peor: ilusiones- ajenos. Así que en 2012 montó el número del 11-S de ese año y, sorprendido por lo que creyó su propio éxito, echó el tres de palo sobre la mesa. Convocó elecciones con el diáfano fin de encabezar el movimiento patriótico -es decir, arrambar con todos los triunfos- y se encontró con que el resultado electoral le dio el as de oros al otro, al de Esquerra (después iremos a él).

Normal: CiU nunca ha sido independentista, sino nacionalista (yo no le veo la diferencia, no sé distinguir entre gilipollez y gilipollez, pero hay quien sí, hay quien dice que no es lo mismo) y, claro, la gente que quería independentismo votó independentista, no nacionalista, por más reconversión que los nacionalistas llevaran a cabo. El as de oros fue a parar a los otros, a ERC, y nuestro héroe se quedó -y ahí sigue- como el gallo de Morón: sin plumas y cacareando. Hubiera sido un momento estupendo para entonar el «esto es una mierda y me voy» tan caro al talante ibérico, pero no: se empeñó en seguir contra viento y marea. Bueno, muy heróico (quizá) pero muy tonto: perdió la iniciativa estratégica (cualquier militar te explicará lo malo que es eso) y ni siquiera logró que el de ERC se mojara en el gobierno de la cosa, de modo que CiU se comió los marrones (recortes, Mossos d'Esquadra y demás) mientras ERC, impunemente, gratuitamente, marcaba el tempo, se ponía todas las medallas y ordenaba, firmemente empuñado el bastón de mando, lo que había de ser. Gratis. El conducto anal de Mas -y, de rebote, el de Convergència- son como el túnel del metro y por ahí pasa todo.

¿Y en Convergència? Ah, chi lo sa. Unos dicen que en Convergència están hasta los cojones y otros dicen que están hasta las pelotas. Su perspectiva electoral es el desastre. Míralo desde donde quieras: como en la puerta del infierno de Dante, pueden abandonar toda esperanza. Están electoralmente liquidados. Su medio plazo -que aún colea- pasa por el certificado de defunción de Mas y la sustitución de éste por parte de alguien que, con cara y ojos, se quiera comer el marrón (casi nada) y vuelva a las esencias, pero sin contar con el gremio Pujol, enmerdado hasta las cejas en no sé cuántos asuntos... ejem, raros. En fin, que puedan encontrar a un tonto del lápiz que quiera asumir este desastre, dependerá de lo prometedor de ese medio plazo (deshechado completamente el corto), pero como los números no salgan, tendrán que echar mano de la conserjería de la calle Còrsega, porque, más allá del kiosko de la puerta, será la desbandada. Pero parece ser que hasta al pinyol (la rama más indepe de los convergentes) está que no le llega la camisa al cuerpo con el desastre que se avecina. Hasta Felip Puig, intentaba hace pocos días irradiar un poco de calma, de seny y de fijar el target en posiciones anteriores. Como los árabes tras ser apalizados en la Guerra de los Seis Días, vaya...

Queda Unió. ¿Cuál es la diferencia entre Convergència y Unió? Bueno, los de Unió son más de misa -ojo, pues, que saben latín- y mucho más de Cambó, que, entre rojos o franquistas, visca Catalunya, pero él lo tuvo claro. O sea que no, que los de Unió o partirán peras -menudo escenario- o contribuirán a hacerle la cama a Mas (que me da la impresión de que es en lo que están) porque la amenaza de que ellos rompan la coalición (CiU) es demasiado grave para que nadie la soporte ni en C ni en U).

¿Que le queda a Mas? Los mocos de la nariz y la jubilación institucional (coche oficial, chófer, tres funcionarios públicos a su exclusivo servicio y un despacho en el paseo de Gràcia o más o menos). Su cabeza está puesta a precio, lo único que pasa es que no sabemos -nosotros, lo de a pie- cuál es el precio. Pero me da a mí que está fijado y, si no está pagado ya (que creo que lo está), saldrá en breve a subasta.

Esquerra

Técnicamente son los ganadores de la partida. Pero uno se pregunta... ¿qué partida? Para empezar, son tan burros como para permitir que una institución que ellos han promovido (ANC) marque las reglas fuera de todo control: o sea que, sin comerlo ni beberlo, ERC también está pillada por los huevos, no pueden acogerse a otra propuesta que las que les marca, sí o sí, ANC, las madres de la plaza de Mayo del independentismo catalán. Hay que joderse, menudos profesionales de mercadillo de rebajas, la gentecilla esta, porque veremos como se n'en surten cuando el sí o sí de ANC se quede en el mismísimo guano y ellos se queden tambián, igual que los convergentes, como el socorrido gallo de Morón. Bueno, ya vimos cómo se lo montaban cuando los tripartits. Estos tíos siempre han tenido suerte, las cosas como son (tienen baraka, como dicen que tenía Franco): si no les hubiera sonado siempre la flauta por casualidad estarían en la mismísima mierda. Pero no, mira. Saquearon la Generalitat a gusto y ganas durante seis años. A modo. No dejaron factura sobre factura (todas impagadas), pero lograron que el precio político del tema cayera sobre las cabezas del PSC (otros que déjalos correr). Y se salieron de chiquitas. Para las cuentas de la Generalitat fueron mucho más tóxicos -de largo- que el PP para la otra Generalitat, la valenciana, pero así son las cosas: el PP valenciano está en la mismísima mierda (como se merece bien merecido) y los de ERC vuelan en olor de salvadores de la patria.

Está claro que la patria es masoca.

La gauche divine

Otros.

El PSC lleva dos años, desde que perdieron el machito, deshojando la margarita. Yo no sé a través de qué proceso (no estoy en el ajo socialista, líbreme la ley de la gravedad) pusieron al Navarro este que, el pobre, ni chicha ni limoná. Entonces hubo un grupito -que aparentaba un grupazo-, la estupendiútiful de San Gervasio que le salieron por las peteneras del independentismo irredento y el pobre este tuvo que torear entre la sobaquina mayoritaria del Baix Llobregat y la presunta riqueza intelectual de los de Sarrià-Sant Gervasi. Después de muchos dimes y diretes hubo de convocar al organismo este de mandamás entre congresos y resulta que (aún no se lo debe creer ni él) los pijos del ultracatalanismo santgervasiano mordieron el polvo no habiendo reunido más allá de un 13% de los votos. Acto seguido él terminó de resolver y dejó en calzoncillos a los de CiU-ERC dándose el bote del invento.

Claro, por jodido que esté el PSC (electoralmente está en la puta ruina por méritos propios más los de ERC que se han comido ellos, así aprenderán a tratar con tahúres), los socialistas catalanes son los socialistas catalanes, una potencia histórica de cojones y un tigre apalizado, tundido, hecho polvo, pero que puede despertar el día menos pensado y puede despertar, además, de muy mala leche. Ningún proyecto nacional es posible en Catalunya si no está el PSC, póngase quien se ponga como se ponga, es una cuestión de principio fundamental: el PSC es, sociológicamente, media Cataluña. Y el PSC ha abandonado el barco. Tal cual. Y ahora, la Geli que baile. Navarro ha dicho prou y ha hundido -tal como suena, sin paliativos- el invento. Más y el otro s'hi poden posar fulles.

Queda la izquierda sonrosadita, la del niño de la bici. Navarro será un desgra, quizá, pero aún así tiene quince mil megavatios más de vis política que el niño este de IC-EV y no sé qué más, que no tiene una idea propia ni pidiéndola prestada. Lo que sí tiene es un partido muy cohesionado, en el que conviven muy armónicamente una pequeña pero sólida masita proletaria y unos cuadros quizá escasos pero de muy firme base intelectual que han logrado amalgamar perfectamente. Y me parece que los unos y los otros no están para demasiadas hostias con el tema independentista. El niño de la bici se ha vuelto ahora muy partidario también de una tercera vía -esa tercera vía que nadie parece saber dibujar, pero que está ahí como un forúnculo- y ha terminado de dejar solos a Mas y al otro.

La terrible estepa castellana

Para mayor desgracia del gafe independentista, Rajoy ha estado sembrado. Seguramente por casualidad: en realidad no ha hecho sino lo que hace siempre, es decir, nada. Pero esta vez -lo supiera o no- el tiempo jugaba a su favor. En lo formal, un presidente del Gobierno no tiene nada que decir, ni que comentar, ni que responder, a un embolado manifiestamente ilegal. Lo que pretende el independentismo es constitucionalmente inviable, ergo innegociable y punto pelota. Es que no hay más que hablar. Y esto de no hacer/decir nada, a Rajoy se le da de perlas. Y, repito, el tiempo juega a su favor y las circunstancias también: le basta con quedarse sentado y esperar a ver cómo Mas y el otro se cuecen en su propio jugo, en el jugo de los zombies que ellos mismos han resucitado. A Mas se lo cargará CiU loca de pánico ante la perspectiva de su explosión/atomización. A ERC, nadie, se morirá sola, abucheada por los abertzales de la ANC: no hay peor cuña que la de la propia madera y llora como una mujer por no haber sabido controlar a tus satélites como un hombre; tardando más o menos, regresará al 18-20% de su techo electoral tradicional de momentos de vorágine, y aquí paz y después gloria. A ERC se la cepillará el radicalismo intransigente que ellos mismos pusieron en marcha.

Y Rajoy se ventilará con el abanico.

Los poderes fácticos

Que la gran empresa estaba muerta de miedo. Que en la Cambres de Comerç, Indústria y etcétera, en Foment del Trebal Nacional y demás, no les llega la camisa al cuerpo. Todo esto estaba más que sabido por más que en CiU se hubieran inventado una patronal de las PYMEs afecta al régimen. Hasta el silencio del Fainé cantaba la Traviata de pura cagalera.

Además, el tango de la UE, con Homs despepitándose en la ceba de que, por más que digan todos los indicios, Catalunya lliure estará sí o sí en la UE porque, vamos... ¿cómo se van a atrever a ir adelante con la UE prescindiendo de una potencia como Cataluña? (lo dijo prácticamente así, el tío). Yo no sé si alguien se lo tragó, pero cada vez que se preguntaba a un comisario, éste respondía, con más o menos timidez, que no, que un Estado nuevo quedaba automáticamente fuera y que tendría que negociar la entrada en la UE como cualquier otro tercero (lo que implica que, al final de todo el proceso, las bolas de todos los estados miembros han de ser blancas, una sola negra y a cagar a la vía). Pero Homs, erre que erre. Hasta que Durao Barroso le contestó al diputado de CiU Ramón Tremosa, en papel membretado, con firma y sello (o sea: por escrito y oficialmente) que no, que si Cataluña se independiza queda fuera de la UE y tiene que empezar de cero para entrar. Punto.

Aunque la hayan querido vestir de seda -sucia y torpemente-, la mona ha resultado no ser más que una puta y asquerosa mona. Y que bailen. Si Cataluña se independiza quedará fuera de la Unión Europea y tendrá que negociar su entrada exactamente en las mismas condiciones que cualquier otro estado tercero.

¿Y ahora qué?

Ahora, desde la mecedora del porche, podremos observar el atardecer -traumático- de todo este invento con las fuercecitas activistas peleándose con lo de que si la pregunta ha de ser binaria (independencia sí o no), trinaria (incluyendo la tercera vía rara esa) o polinómica, pentalónica o poliédrica. Da igual: Rajoy ya ha avisado (y es lo único que ha dicho claro) que sea cual sea el contenido de la pregunta, no habrá referendum y queda implícitamente claro que si alguien se empeña en la ilegalidad, los recursos van desde el recurso ante el Constitucional -puro trámite: la intentona independentista es redonda y radicalmente inconstitucional- hasta la suspensión de la autonomía (perfectamente prevista en la Constitución) cuya ejecución llevarian a cabo -para mayor escarnio- los propios Mossos d'Esquadra (también eso fue dicho).

ERC no puede transigir: la ANC le impone la pregunta binaria que, además, debe llevarse a cabo en referendum en plazo taxativo antes del referendum escocés (que todo el mundo sabe que está más perdido que carracuca y de ahí las prisas por anticipársele). CiU ya se decanta por la pregunta con tercera vía, que garantiza, entre otras cosas graciosas, que ninguna opción alcanzará siquiera la mitad de los votos, con lo que el referndum, de celebrarse (que no se celebrará) sería una filfa. Los demás, desmarcados con sus propias terceras vías.

Esto se hunde.

Y al final

Al final, lo que habéis conseguido, so merluzos (por no decir algo peor), son cosas como estas:

1. Crear una sensación de frustración acojonante en Cataluña que nadie podrá capitalizar porque derivará en el tradicional esto es una mierda y me voy, que es lo que pasa siempre. O sea, una desmovilización ciudadana bestial, que es lo que no aprovecha a nadie.

2. Blindar la Constitución. Que había que darle un potente retoque a la Constitución (por no decir que lo que había que hacer era una nueva) era algo cantado y bailado en todos los rincones de España, pero, una vez naufragado el proyecto independentista, la Constitución será intocable ante la admonición ¿queréis que vengan los catalanes a endiñarle su independencia por la mano izquierda?. Y ya la hemos cagado. Se decía en el Tenorio más claro que el agua:

Yo la quiero, don Juan, sí
más después de lo pasado
imposible la hais dejado
para vos y para mí


Habéis terminado, graciosos, con la única posibilidad que quedaba de volver a poner en marcha este país. País en el que, os guste o no, estáis vosotros también. Cuando nos ahoguemos todos en mierda ¿de qué os servirá clamar por la otra mierda en la que queríais ahogaros?

Os han tomado el pelo, os han tomado el número, os han engañado, os han timado. Y esta vez, no podéis echarle la culpa a la rojigualda: el fiero bunker castellano se ha quedado tan tranquilo (hay que joderse con el terror que da el león que pintáis) y, para los que lo quieran ver (los otros, que se ahoguen en su propia estupidez), esta vez quienes os han tomado el pelo son los vuestros propios.

Vuestro invento, tal como era previsible desde el principio, se ha ido por el retrete. Lo malo es que, con él, habéis echado por el retrete también toda esperanza de una revisión de la territorialización de España, de los marcos competenciales, del sistema de financiación... todo. Con vuestra infinita estupidez habéis echado por tierra toda esperanza revisionista justo en el momento en el que la presión social global -no sólo la vuestra, pueblerinos, sino la de todos los españoles- hacía posible concebir siquiera leves esperanzas.

Id, id con vuestras estelades a recoger setitas, que es lo único que os queda si Mas no decide imponeros una tasa para hacerlo a fin de pagar todas las facturas que devengó -y no pagó- la gamberrada de Esquerra. Y sabed que vuestras míseras esperanzas se han ido al garete sin otro triunfo que el haber desgraciado las esperanzas de millones de ciudadanos que querríamos tener un país más amable y más habitable para todos: catalanes... y andaluce,s y valencianos, y extremeños, y asturianos y...

Iros a la mierda, en suma.

Tal cual.

4 de diciembre de 2013

El ocaso de Shere Khan

Los indicios de que uno se va haciendo viejo son muchísimos. El más cruel es el del espejo, claro, pero hay muchos más: los pequeños y tontos (o no tan tontos) olvidos (¿cómo se llamaba el tío aquel?), los tres días de lumbalgia cagontó como consecuencia de agacharse a recoger una cosa del suelo con imprudente -y falsa- ligereza, el polvillo gris cada vez más claro y blanquecino que sale al limpiar la máquina de afeitar...

Pero hay otras señales no tan patentes, evidentes y permanentes, más ocasionales... y agridulces. Por ejemplo, cuando uno ve una chavalita, ya no surge aquel tigre de antaño soltando a presión feromonas feroces perceptibles a kilómetros de distancia, sino más bien un gatito ronroneante que se enternece porque la chiquita en cuestión es una variación sobre el mismo tema de las propias hijas.

Cada vez que en el aeropuerto, en la estación de RENFE, o en cualquier otro servicio de atención presencial al cliente en el que me han jugado una de las habituales cabronadas con que las empresas de este país putean a sus clientes (¿qué demonios les enseñan las escuelas de negocios a los cutres dirigentes de esas empresas?) monto, iracundo, el ametrallador de sapos y culebras y me aparece una niña así, enseguida me salta el freno automático: «ojo, chaval, que esta es del calibre de Nuria, para el carro»; y entonces piensa uno que esa chica tendrá un padre y que también a mí me gustaría que ese padre tratara bien a mi hija cuando la situación fuera inversa, de manera que sangrado de vapor y presión a mínimos. Son las chiquitas y chiquitos que los hijos de puta nos plantan delante a modo de escudos humanos. Si en vez de hacerle pasar un mal rato a esa niña pudiera patearle los cojones al presidente del consejo de administración de AENA, otro gallo cantaría.

Reflexiono mucho sobre estas cosas cada vez que, como es frecuente, coincido en el autobús, camino del trabajo, con una azafata de vuelo (me parece que de Air Europa, según me pareció leer en la chapita que contiene el emblema). Es jovencita, no creo que pase mucho de los 25, guapa y de apariencia impecable: el pelo recogido detrás de manera que da la impresión de un corte escalado, una raya inclinada y recta que da lugar a un flequillo perfecto, ni un sólo pelo fuera de sitio; unas uñas largas (para mi gusto, un pelín demasiado) pintadas casi como con aerógrafo y, naturalmente, una manicura exquisita; el dibujo del carmín de los labios, preciso como hecho con tiralíneas, el mismo tiralíneas que ha debido dibujar las cejas, y unas pestañas realzadas con el consabido volumizador; un pañuelo rojo anudado al lado izquierdo del cuello, con los extremos por fuera de una blusa impolutamente blanca; y el uniforme de azul (aéreo, of course) sin una sola arruga. Es delgada, no muy alta, seria y, a veces, casi hierática. Permanece siempre de pie, muy tiesa, en la plataforma central del autobús, con el trolley a su lado, como el fusil de un soldado en posición de firmes.

Siempre que coincido con ella la miro (con la máxima discreción, no me gustaría molestarla) y pienso que es mucho más que un juguetito bien diseñado: es una profesional con una muy sólida formación que incluye amplios conocimientos (y capacidad práctica) en materias como higiene y medicina aeronáutica (al nivel de primeros auxilios), normativa (en algunos casos, muy compleja), operación aérea, tratamiento y reglamentación en materia de transporte de mercancías (incluyendo las peligrosas), supervivencia en medio ártico, marítimo, selvático o desértico (y conocimiento del equipamiento correspondiente), actuación en emergencias aéreas, salvamento y socorrismo náutico... No es una simple camarera de alto standing, como muchos creen. Su padre debe estar orgulloso de ella (sus padres, vaya, pero pienso en el padre un poco en plan coleguitas) tanto como yo lo estoy de las mías (el otro día se me caía la baba viendo a Nuria, mi hija mayor, 3º de grado de Historia, leyendo como si tal cosa un documento medieval de esos que [dicen que] están en catalán, castellano o latín, pero que es como un jeroglífico ininteligible). Y se me ocurre pensar que si llegara a conocer a este padre, podríamos tomar juntos alguna copichuela (no muchas, por aquello del tigre que ya nooo...) y darnos bombo mutuo: qué hijas tenemos ¿te das cuenta?

No, ya hace muchos años que no somos aquellos tigres aguerridos dispuestos a zamparnos lo que nos echaran mientras inventariábamos cuidadosamente nuestras presas y las cicatrices ganadas en cien batallas. Pero -quizá porque no hay otra, quieras o no- tampoco es desagradable ser ya un gato viejo y barbado, cómodamente instalado en su almohadón blando y calentito mientras contempla con satisfacción que, bueno, quizá no hubo tanto tigre, que acaso no pasó la cosa de lince -que ya está bien- pero que ha legado al mundo un par de ciudadanitas en condiciones de aportarle un buen granito de arena a la mejora de este guano en el que estamos metidos.

Y a ver si me prejubilan, coño (que, estando en la Administración pública, no caerá esa breva; y menos, en condiciones).

(Dedicado -aunque no sé si llegará a leerlo nunca- a Noelia, la gentil azafata de Noreña de cuya simpatía y eficiencia profesional tuvimos la suerte de gozar durante el II Encuentro Nacional de Internautas celebrado en Langreo en Abril de 2010)


Imagen: Wieke de Rijk, Netherlands en nl.Wikipedia
Licencia: CC-by

3 de diciembre de 2013

Amanecer en Barcelona

Hoy, pocas palabras, que lo que vale es la imagen.

Los madrileños presumen de sus cielos. Y con razón: no sé qué pasa en Madrid que le salen unos cielos hermosísimos. Lo curioso es que apenas veinticinco kilómetros más allá o más acá ya no salen igual, han de ser, precisamente, los de la propia y mismísima Madrid.

Vale.

Pero de lo que podemos presumir los barceloneses, al menos los barceloneses que madrugamos y que tenemos el privilegio de trabajar con esta vista, es de los amaneceres. Cada día, cuando me dirijo al trabajo o ya en el propio trabajo, según la época del año, disfruto de unos amaneceres espectaculares. Durante los días festivos que me tome por Fiestas, subiré una mañana al mirador de l'Arrabassada e intentaré hacer unas fotografías bien guapas con el equipo adecuado. Pero, de momento, mirad qué preciosidad puede captarse con un sencillo teléfono móvil de los modestitos desde un edificio del paseo de Gràcia:


1 de diciembre de 2013

Dos cositas sobre la tele valenciana

¡Menudo barud se ha armado con la tele valenciana...! Porque ahí ha hecho el ridículo media humanidad. Empezando por el PP, por supuestísimo, pero terminando por los mismos periodistas del medio y por los propios ciudadanos de Valencia, Comunitat Valenciana, País Valencià o cualquier cosa, menos el histórico Reino de Valencia, que es lo que toca, pero sobre lo que algún descerebrado decidió que aquí reino sólo hay uno y Juan Carlos su profeta.

Concentrándonos en lo de la tele. Yo lo siento por los trabajadores pero, ojo, por los trabajadores de base, o, dicho de otra forma, los trabajadores no directamente vinculados a la información o a los contenidos: electricistas, cámaras, decoradores, administrativos y, en fin, todos los profesionales no redactores, no periodistas. Porque, por lo que se refiere a los periodistas, lo mejor que podrían hacer es ponerse unas gafas de sol, subirse las solapas de la gabardina, bajarse las alas del sombrero y borrar de su curriculum su época de servicio a Radiotelevisió Valenciana. Porque, lo sigo con toda sinceridad, eso es algo que deberían sobrellevar pálidos de vergüenza.

El servilismo que durante años han exhibido, sin una voz más alta que otra ante manipulaciones, mentiras, falsedades, ante la edificación de un tebeo de mentiras, engaños y luz de gas específicamente destinado a la manipulación de la ciudadanía, es verdaderamente degradante. Salvando las distancias que hay que salvar -que son muchas, pero no todas, como ahora vamos a ver- ellos han cometido en el periodismo el equivalente a lo que hicieron los médicos reclutados dentro o fuera de los campos de exterminio como ayudantes forzosos del doctor Mengele u otros ejemplares similares. Cabe recordar que aquellos que pudieron probar esa compulsión, esa fuerza, no fueron encarcelados ni mucho menos ahorcados, pero fueron inhabilitados a perpetuidad para el ejercicio de la Medicina porque se entendió -con buen criterio- que quienes habían llevado a cabo esas prácticas, aún forzados, no podían poner sus manos sobre un paciente, el objeto sagrado del acto médico. Se entendió que habían quedado indeleblemente manchados. Con los periodistas de RTVV hay algo de eso, han vulnerado brutalmente la ética más básica y primaria de su profesión y la sociedad -ya que no la Justicia, porque la conducta es atípica- debería privarles para siempre del ejercicio periodístico.

Y por si eso fuera poco, el espectáculo que han dado estas últimas semanas ha terminado por ser vergonzoso. Queriendo lamentarse -a toro pasado, claro- de su participación obligada en ese inmenso parque temático de mentiras y de manipulación, exponiendo a la luz pública, con luz y taquígrafos todas estas mentiras en su más dramática extensión, no han hecho sino redactar una descomunal acta de acusación contra ellos mismos.

Ayer, miles de manifestantes se echaron a las calles exigiendo que la Comunidad Valenciana (o País Valencià, o etcétera) recupere su televisión pública. Es una exigencia justa y necesaria, sí, pero se me ocurre preguntarme... ¿cuántos de los que ayer se manifestaron reclamando -con toda justicia, insisto- esa tele pública valenciana han estado años y años votando pertinazmente al PP? ¿Cuántos, en fin, van a seguir haciéndolo? Porque ayer aparecía por ahí una encuesta o sondeo según la cual sí que el PP caía en escaños, pero no tanto como para que, con UPyD, que parece que pilla dos o tres, no pueda reconstituir una mayoría. O sea: primero votamos en masa al PP, después nos echamos a la calle contra las trapazadas del PP y, a continuación, seguiremos votando en masa -aunque un pelín menos- al PP. De locos.

De locos hasta el punto de decir aquello que ya he repetido alguna vez: tenemos lo que se merecen.

Porque esto pasa a nivel nacional también... Tanto PP como PSOE -los dos partidos, uno por otro, que nos han llevado a la ruina- mantienen un suelo electoral considerable. Se pierden las mayorías absolutas, desde luego; crecen, sí, los partidos pequeños (IU, UPyD y, localmente otros, como C's, en Cataluña); pero PP y PSOE ¡todavía con millones de votos, es que manda huevos! siguen cortando el bacalao.

Y cuando sea sistémicamente necesario, ejecutarán sin contemplaciones ese corte. Eso de que la LOMCE de Wert será pura y simplemente derogada cuando el PP pierda la mayoría es mentira, no os lo creáis: si es necesario para ello el voto del PSOE no habrá derogación. A lo sumo habrá una mínima descafeinización por la presión nacionalista, pero nada más. Absolutamente nada más. No se derogará la LOMCE y mucho menos aún se derogará la Ley de Seguridad Ciudadana. Mientras esté aquí uno de esos dos, no se va a derogar nada. Lo que ocurre, simplemente, es que cada cual va haciendo el trabajo sucio que le toca cuando le toca. De la misma manera que, en lo que importa al sistema financiero, por ejemplo, el PP no ha tocado ni un milímetro la política que inauguró el PSOE; en todo caso la habrá intensificado -en contra de los ciudadanos, naturalmente- pero no ha corregido nada sustancial.

O sea que mientras nos sigan engañando con banderitas y con peces de colores, nosotros, los ciudadanos, seguiremos siendo las putas que, encima, pagan la cama, o, como decimos en Cataluña, els cornuts que paguen el beure.

PS - Trabajadores -y, muy especialmente, periodistas y creativos- de TeleMadrid: cuando las barbas de tu vecino veas pelar...

Imagen: Ferbr1 en Wikimedia Commons
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