Dicen que me gusta llevar la contraria a todo el mundo. Pero yo respondo lo que el conductor kamikaze del chiste: es todo el mundo el que se empeña en llevarme la contraria a mí
30 de septiembre de 2013
La hora de la verdad
Como en nuestro ínclito parlamento parece que no hay crisis, ni recortes, ni problemas, y está mal visto hacer pajaritas de papel o mirar porno por la tableta, pues nada, vamos a ver qué hacemos con el horario, que ya está bien de andar desajustados con el sol. Por entretenernos un ratito, ea.
En principio no me parece ni bien ni mal. Si el meridiano de Greenwich pasa por aquí, en paralelo a la divisoria entre Cataluña y Aragón (un poco hacia el oeste, que no se me reboten los maños), cruza el Maestrazgo castellonense, entra en el mar y vuelve a tocar tierra por Alicante) parece lógico que el horario español se ajuste a la llamada Hora Universal Coordinada, el conocido UTC que equivale, precisamente, a GMT, es decir, la hora del meridiano de Greenwich, porque se hace raro, la verdad, que el mediodía sea a la una de la tarde (y eso en horario de invierno: en el de verano, se nos va a las dos). Y dicho esto en Cataluña: en Galicia, el mediodía les debe llegar a las dos y las tres, respectivamente. Poco más o menos.
Pero también es cierto que no va tan mal tener el mismo horario que media Europa o, si se quiere, que la antigua Europa Occidental (excepto Gran Bretaña y Portugal), y nos ahorramos con ello un cierto follón en los horarios de los aviones y de las citas y encuentros con gente de esos países, que son los mayoritariamente visitados por los españoles por razones de trabajo. Y, como catalán de Barcelona, se me haría francamente muy raro cambiar la hora al entrar en Francia: resultaría un poco antinatural adelantar una hora en mi reloj por el simple hecho de haber recorrido 150 kilómetros hacia el norte.
Sn embargo, algunos medios de comunicación, sabia y milagrosamente iluminados por la razón académica (se ve que para alcanzar a ver ciertas obviedades hace falta que nos lo diga un catedrático de no sé qué) sostienen ahora que un cambio de referencia horaria, en sí mismo, no soluciona nada. Si se quiere que tengamos horarios europeos, que dice que son tan buenos para la productividad, para estar con la familia y demás alegrías, lo que hemos de hacer es cambiar nuestros horarios habituales a los europeos y eso cuesta aproximadamente lo mismo -o sea, mucho- tanto si nuestro horario está en GMT o en GMT+1.
Esto que asombra a tantos extranjeros, que, por ejemplo, un día laborable cualquiera, en casi cualquier estación del año, las Ramblas estén a reventar de gente a las once de la noche (23:00 LMT, o sea, hora local) será muy simpático y quedará muy mediterráneo y toda la mandanga que se quiera, pero es una barbaridad, un despropósito y una muy mala señal de cara a lo serio. Sí, porque dígase lo que se quiera, un país (puede decirse lo mismo de los lugares respectivos de Madrid, de Sevilla o de cualquier capital española) que tiene estas costumbres, la verdad, muy de fiar no es. Y no hablo de la siesta porque eso ya es un tópico: salvo, quizá, en el tórrido e insufrible verano andaluz, casi nadie hace ya la siesta en días laborables.
Esperemos, a ver qué hacen. Pero, conociendo los antecedentes políticos de la raza, ya anticipo cómo lo harán: mal.
Imagen: Vaim en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by
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