Al final se lo cargaron.
Tras un aluvión de críticas, protestas y dimisiones -asimismo de protesta- dentro de la Fundación Mozilla, Brendan Eich ha dimitido como CEO de la cosa. La razón: ser contrario al matrimonio homosexual y haber apoyado campañas contra la legalización del mismo. No consta que apaleara homosexuales, no consta que de cualquier modo los discriminara laboral o profesionalmente (al contrario, parece que tenía una buena relación, cuando menos profesional, con unos cuantos de ellos), no consta comportamiento asocial alguno hacia ellos. Simplemente es un señor que tiene una opinión -que, en atemorizado silencio, comparten millones de personas- y que ha usado sus muy legales y civiles derechos ciudadanos para que prevaleciera sobre la contraria. No lo logró -como debe ser, según pensamos muchos otros- y aquí paz y después gloria. Pero no, parece que hay quienes, pese a haber culminado sus objetivos, no sienten satisfacción sino destruyendo, exterminando, a todos aquellos que en un momento determinado se opusieron a ellos.
Esta es una de las lacras -si no la principal- de esta forma actual de entender la democracia: se establece como axiomático y evangélico un determinado concepto, que pasa a formar parte de lo políticamente correcto y sobre quien osa discrepar cae el sambenito, el oprobio, el anatema. La homosexualidad y la condición femenina eran aspectos de nuestra historia y de nuestra sociedad que precisaban, efectivamente, de reivindicación y de lucha por la igualdad, pero se han pasado tanto de rosca, igual que el anti-racismo, por otro ejemplo, que están logrando constituirse en una suerte de Inquisición profundamente antipática al pretender convertir sus exigencias y postulados (muchas veces incluso sus ridiculeces) en leyes indiscutibles. Indiscutibles hasta la ruina misma del que se atreva a oponerse o, simplemente, a matizar. Y veremos con el tiempo hasta dónde llega lo de la ruina.
Brendan Eich no era un mindundi sino un profesional brillante, un ingeniero con un sólido prestigio y una gran reputación, alguien que ha aportado muchísimo al mundo de Internet. Aquí os dejo la glosa y opinión de Daniel Rodríguez Herrera, con la que voy coincidiendo cada vez menos excepcionalmente. Si ni siquiera una persona de estas prendas está libre de caer en el precipicio de lo políticamente correcto, aquí no se salva nadie y constatamos que vamos camino de un régimen de terror ideológico donde el problema, según parece, no son las actitudes antidemocráticas sino a quién se le aplican: si es a unos, son buenas, si es a otros son pérfidas.
Si se lleva lo políticamente correcto a la pura y dura ley del embudo -y es lo que está sucediendo- la democracia se va al carajo. Y, francamente, si la democracia ha de ser esto, yo tampoco la quiero. Así de claro lo digo.
En cuando a la Fundación Mozilla... Bueno, en lo que a mí respecta me ha bajado muchísimos -pero que muchísimos- puntos en el altísimo concepto que la tenía. Por supuesto que su producto sigue siendo excelente y muy necesario; por supuesto que ha hecho muchísimo por el software libre y que cabe esperar que aún lo haga. Sólo espero que su fin último, más allá de lograr la preponderancia del software libre en todos los ámbitos -sobre todo en los públicos- no sea el de ahorcar a todos los ingenieros de Micro$oft.
Es un decir -espero- pero creo que se entiende perfectamente.
Imagen: Fotografía oficial de la Fundación Mozilla en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa
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