Mi entusiasmo inicial por la plataforma Guanyem Barcelona, que fue enorme, convencido de que se trata de un potente chorro de aire fresco sobre la putrefacta ciudad de Barcelona, se deshizo completamente ayer al constatar su proximidad al prusés independentista.
Fue curioso. Durante la rueda de prensa de anteayer, los enviados del pesebre intentaron por todos los medios obtener la alineación o no de Guanyem Barcelona en la intentona separatista, y se les respondió que la plataforma recogía sensibilidades muy diferentes y que, por tanto, no iba a hacerse en aquel acto comentario alguno sobre el tema; que, en todo caso, al día siguiente, en declaraciones individuales, cada cual expresaría su postura personal sobre el asunto.
Y así fue. Ayer, Ada Colau (que, aunque pretenda lo contrario, es la impulsora, el corazón y la esencia del proyecto, por no decir que el proyecto es ella y que es la confianza masiva que se tiene en ella lo que confiere una enorme presunción de éxito -también electoral- a la plataforma) declaraba, tras dar no sé cuantos rodeos sobre si ella es o no es, que votaría Sí-Sí (es decir, la opción separatista absoluta). No me preocupó. No me preocupó porque, desde que empezó esta mierda, en todos los colectivos -incluso en los familiares- hay Sí-Sís, No-Nos, Sí-Nos, No-Sís y la intemerata. Lo que sí me preocupó es cuando dijo -lo leí posteriormente- que si el Gobierno central prohibía la consulta (en referencia a la cosa del 9 de noviembre), no sería CiU la que se rebelaría contra la prohibición: sería Guanyem. Bien: en estas circunstancias, yo quedo fuera. Y yo no soy importante, como persona individual, pero me da la impresión de que muchas personas -quizá algunas valiosas- van a acopañarme en esta actitud. Porque creo que la tradicional clientela de Ada Colau, de independentista tiene más bien poco. O nada.
Después he ido leyendo por ahí que, bueno, que Ada sostiene esa actitud como una manifestación de radicalidad democrática (Colau dixit) y que no tiene la menor intención de «participar en rifirrafes que enfrenten a Cataluña y España» (sic, también en «La Vanguardia»). Parecería consolador, sí, pero no acabo de verlo claro en absoluto, lo que ratifica mi idea de apartarme totalmente del invento, aún sosteniendo y reiterando -como no me duelen prendas en reconocer- que puede ser un verdadero chorro de aire limpio sobre Barcelona. Pero el precio me parece demasiado caro. Tratar de evitar una catástrofe social mientras se participa en la promoción de una catástrofe histórica, me parece contradictorio y absurdo.
Sobre todo porque la catástrofe histórica iba a mantener completamente vigente -y probablemente, empeorada- la catástrofe social. Una de las cosas que aún me cuesta creer de toda esta alucinación kafkiana de la independencia es que la gente se haya tragado ésta como la gran solución de nuestros problemas, cuando todo este dichoso prusés viene patrocinado precisamente por los mismos que han causado estos problemas y que se enriquecen con ellos. CiU es el partido de la ultraburguesía, es el partido de las 400 familias que dominan y controlan (y explotan) el cotarro en Cataluña, es el partido paradigmáticamente iluminado por el saqueo del Palau. Boi Ruiz, el capitoste de la patronal de la sanidad privada puesto al frente de la sanidad pública (una auténtica materialización del cuento del zorro puesto a guardar el gallinero) que, bajo el tapete de las maravillas de la independencia está destrozando y liquidando la sanidad pública catalana, otrora la mejor y la más avanzada de España, no es del PP, ni del PSC: está ahí puesto por CiU y procede de la sociología de CiU. ERC, auténtica dominadora de la situación política catalana (y por tanto, responsable de la misma) no nos ha librado de un sólo recorte; hay hambre en Cataluña, y hay desnutrición (no malnutrición) infantil; hay desahucios; hay un paro brutal, tremendo; hay un futuro negro para la juventud; y ERC no ha contribuido en nada para aliviar esta situación. Al contrario. Y cabe recordar, además, que ERC formó parte muy principal de los dos tripartits que saquearon sistemática y brutalmente la Generalitat de Catalunya, y su gente no quedó nada atrás vaciando cajones. La propia CiU los había acusado continuamente de ello... hasta que se asoció con los asaltantes para pergeñar el nuevo asalto, esta vez no a la Generalitat sino a Cataluña entera. El botín, pues, parece que va in crescendo.
Y la gente soberanista, oye, encantadísima, la mar de convencida de que CiU y ERC van a ser los que nos den las longanizas con las que atar a los perros el día que logren, si lo logran, su Cataluña independiente. Y si ese día llega, ninguna Ada Colau nos va a librar de comernos un marrón igual, en el mejor de los casos, que el que nos estamos comiendo ahora.
Un seguidor de mi Twitter me decía esta noche que si busco un movimiento que vaya contra la Casta, contra el sistema y también contra el prusés, ya puedo buscarlo con un farol. Y fíjate que ha dado con la madre del cordero: efectivamente, la creencia de que el independentismo catalán es una opción antisistema cuando, en realidad, están pretendiendo, sin saberlo (bueno, algunos lo saben perfectamente), la implantación del más negro y retrógrado régimen burgués en Cataluña.
Ya se lo regalo. Enterito.
Imágenes: Escenas de «Tintín y los Pícaros» (Hergé-Casterman-Juventud)
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