9 de diciembre de 2013

Aventuras y cosas raras

Mi nunca suficientemente bien ponderada Arati ilustra hoy un dulcemente gélido post de este fin de semana con una fotografía del Endurance no sé si ya atrapado por los hielos o todavía flotante y navegante.

El Endurance fue, junto con el Aurora, uno de los buques de la expedición de Ernest Shakleton a la Antártida, una peripecia durísima que estuvo a punto de acabar muy mal y que sólo salvó del desastre el firme liderazgo de Shakleton y la capacidad de sacrificio de los hombres que lo acompañaron.

Rememorando las diversas epopeyas de Shakleton y releyendo aquí y allá algunas cosillas sobre ellas, me viene a la cabeza el protagonismo de la Royal Geographical Society en tantas y tantas expediciones aventureras -plenas de afanes y fines científicos- de los últimos casi 200 años (se fundó en 1830) y constituye -en posiciones de cabeza- una de las muchísimas cosas que les envidio a los británicos.

Uno, que perdió el miedo a los libros -un miedo que no estoy nada seguro de haber tenido, pero, en fin- con Julio Verne, que nació a la geografía con «La vuelta al mundo en 80 días», que siguió sobre el mapa las aventuras y desventuras de Miguel Strogoff, que las pasó canutas cruzando los Andes con los hijos del capitán Grant, que navegó con Pedro Simple, que se conmovió con «Dersu Uzala», que sufrió los rigores de Alaska -y muchos otros rigores- de la mano de Jack London, y que todavía hoy relee con fruición las aventuras de Jack Aubrey; uno, que no deja de admirarse con aquella maravillosa generación de marinos científicos del XVIII que tanto ha glosado... siempre lamenta que aquel grupo de españoles excepcionales no tuviera herederos, quizá no tanto necesariamente en su genio sino en sus inquietudes, unas inquietudes que alumbraran una entidad como la Royal o como su hija norteamericana, la National Geographic Society. Pero, claro, aquí optamos por el vivan las caenas en vez de pasar por la máquina de afeitar a toda la gente del cuadro aquel de Goya. Sí, para hacer las cosas que hacen los británicos o los norteamericanos probablemente haya que ser británico o nortemericano... o alemán, o frances...

Me gustaría ser británico no tanto por lo que todos pensamos en primera instancia al imaginarnos a Gran Bretaña: su sólida economía, su brillante historia (también la tenemos aquí, pero somos tan burros que nos negamos a conocerla y a apreciarla), su acendrado concepto de la ciudadanía... No, lo que yo les envidio, sobre todo, es la facilidad con que convierten en apasionante y generalizan lo que el analfabetismo cazallero de aquí califica rápidamente de raro (es decir, todo lo que no sea fútbol).

En fin: que no somos nada, y no por casualidad.

Imagen: «La familia de Carlos IV»; Francisco de Goya - Museo del Prado
Licencia: Dominio público

3 comentarios:

  1. Ay, Sr. Cuchí, muchas gracias por la mención.
    Me impresiona lo que le ha dado de sí una foto... su capacidad me tiene admirada. Y fíjese que hoy no disiento en nada de lo que dice, que ya es raro (o apasionante, según guste).
    Abrazos

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    1. Gracias por el comentario. Simplemente para puntualizar que, en mi opinión, lo apasionante, precisamente, es que discrepe usted, que la discrpancia es lo que genera debate y vidilla. ;-)

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  2. Efectivamente, Gran Bretaña es digna de admirar por muchas cosas, aunque haya sido uno de los países más piratas de la Historia.
    La historia de España, como reza el título de un libro de no recuerdo quien, es "la historia de un fracaso".

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