Temporibus illis, yo había sido lector y comprador de periódicos. Mi placer de los domingos (y de muchas mañanas de vacaciones) era desayunar leyendo el periódico; o más de uno. Hablo, claro está, de hace muchíiiiiiiiisimo tiempo. Ni siquiera Internet, al menos en los primeros tiempos, rompió esa fidelidad. Pero ahora, y desde hace ya años, no compro prensa de papel y apenas leo sus contenidos en red. Y lo propio cabe decir de no poca prensa original de la red y exclusiva de ésta.
Leo que, efectivamente, las ventas de prensa se derrumban y que los medios en red que funcionan bajo suscripción, funcionan muy a trancas y barrancas, que en el mejor de los casos cubren gastos y poco más. Y, claro, surge la cantinela recurrente: que si la piratería, que si el todo gratis no puede ser, y que si mil mandangas más.
Sin embargo, yo compro contenidos con alguna frecuencia: cuando se me da lo que quiero, en la forma que quiero y a un precio conveniente. Compro, por ejemplo, mucha música en Deustche Grammophon: me ofrece archivos de gran calidad sonora (una compresión razonablemente baja), la música que me gusta, interpretada y ejecutada por quien me gusta, y descargada en el acto en mi disco duro, y que puedo copiar a un CD o DVD en el acto y sin mierdas de DRM, tanto para su resguardo como para pasarla, a su vez, a otros soportes o para ofrecer una copia a mis hijas. Sí, podría descargarme todo eso gratuitamente desde una red P2P, pero ¿para qué? La descarga P2P no me ofrece, generalmente, esa calidad, no tengo opción a tanta variedad de intérpretes para una sola pieza, no tengo tiempo ni paciencia para realizar las búsquedas adecuadas y, francamente, la DG me da una cantidad realmente importante de música por 10 o 20 euros, música que me bajo en segundos, mucho más rápido que desde cualquier mula o torrent. En similares condiciones (que, lo siento, no se dan) compraría también libros y algo -muy poco- de cine (pero es que el cine no me lo bajo ni gratis)
¿Compraría nuevamente prensa -en papel o, mucho más probablemente, en red- en parecidas circunstancias? Indudablemente, sí. ¿En cuáles?
Pues anote el editor lo que le exijo si quiere mi dinero:
1. Olvídese de eso que llaman línea editorial. Si su medio puede ser identificado o definido como progresista o conservador, y no digamos otros epítetos mucho más concretos, no cuente conmigo. Tenga un libro de estilo -eso siempre es bueno- pero no un catecismo ideológico. Deje a sus periodistas a su aire con sus ideas: independencia no quiere decir asepsia total. Siga leyendo y verá a qué me refiero. Pero, como cliente, no le concedo al editor otro derecho que el de ganar dinero con su medio... si es que puede.
2. No me mienta. Y, sobre todo, no haga lo que más odio y lo que más desprecio en un medio de comunicación y es, precisamente, en lo que incurren todos como un solo hombre: no me oculte información, ni acontecimientos, ni realidades. Gracias a Internet, acabaré conociéndolos más pronto que tarde, eso me cabreará mucho y cerrará mi bolsillo a su negocio. Aquella vieja idea de los medios de que aquello de lo que no se habla, no existe, se acabó. Y vaya con mucho ojo, que la credibilidad es como un espejo: si se rompe, quizá -sólo quizá- pueda repararse, pero la marca, la grieta de la rotura, permanecerá ahí indeleble y se notará clamorosamente cada vez que uno se mire en él.
3. Argumente, no me dé mítines. No me importa que un periodista, sobre todo si es de opinión, tenga su propia ideología y trabaje en consecuencia, con dos condiciones: la primera, la honradez intelectual, que no intente ocultarme esa inclinación ideológica y pasar por neutral o independiente; la segunda, que no trate de afiliarme, captarme o llevarme a parte alguna, sino, simplemente, que me explique sus razones ante tal hecho, tal fenómeno o tal acontecimiento.
4. Deje que los periodistas de ideas distintas debatan. Nada hay más refrescante que el contraste de ideas y opiniones. Y, para el lector, nada hay más creativo ni satisfactorio. Deje que dos -o más- profesionales traten desde puntos de vista distintos -y, en su caso, enfrentados- un mismo tema.
5. Cuide el lenguaje. El mal castellano -o catalán, o euskera, en cada caso- constituyen un desprecio enorme hacia el lector; y una falta de respeto, obviamente. No deje que el corrector de guor sustituya al corrector de estilo. Exija a sus profesionales unos razonables recursos lexicográficos, una sintaxis correcta y una ortografía impecable. Y, por lo que más quiera, olvídese de ese estúpido lenguaje presuntamente no sexista y recuerde que el lenguaje tiene género, no sexo.
6. Si quiere que respete su publicación, empiece por respetarla usted mismo. Belén Esteban, por ejemplo, sólo es noticia si da un golpe de estado. Si no, no. En lo formal, sea osado (ir un pelín más allá, siempre se valora) pero sin llegar a la impertinencia ni al populismo. No oculte acontecimientos (recuerde el punto 2) pero tenga una línea clara sobre lo que es noticia y lo que no. Aunque pueda no estar completamente de acuerdo con él, el lector siempre valorará positivamente un criterio firme al respecto, sobre todo si este criterio es público y transparente.
7. Proscriba lo políticamente correcto. No convierta una causa, una idea o un sentimiento en una caricatura de sí mismo, como, por ejemplo, se ha hecho este fin de semana con el Día de la Mujer, suficientemente atorrante como para convertir en misógino al más feminista. Busque siempre la esencia de las cosas, el cómo, el por qué, y no haga sonar a rebato todo el campanario sólo porque hoy toca. Y si hay que darle un palo a todo o a parte de lo que hoy toca, no vacile.
8. Documente bien el conocimiento que divulgue. Si usted considera que una información es intrascendente para la magnificencia de su catedral mediática, no la publique; pero si lo hace a pesar de todo, trátela como si fuera lo más importante del mundo y no permita que aparezca garrapateada en quince o veinte líneas llenas de estupideces, como tantas veces vemos, sobre todo en materia técnica o científica. Las universidades y los centros de investigación científica están llenos de gente que limpiará de chorradas sus noticias.
9. Utilice siempre contenidos propios. No deje que su medio sea la copia maquetada de las noticias de agencia. Para eso ya tenemos las noticias de agencia. No compraré su medio para leer lo mismo que puedo leer yéndome a la web de la agencia EFE o de Europa Press. Existen unos señores y señoras llamados reporteros que suelen ofrecer una visión propia -y profesional, casi huelga decir- de la noticia. La crónica de ese reportero va a ser lo que va a distinguir su medio y sus noticias del medio y de las noticias de la competencia. Y no olvide a los corresponsales allá donde realmente sea interesante tenerlos.
10. Gaste. Si hacer un medio con estas prendas fuera barato, lo haría yo. Pero pretender ingresar dinero a chorro inviertiendo cuatro duros es pura cultura del pelotazo y miren a dónde les ha llevado. Recupere el concepto clásico de «redacción» y llénelo con lo mejor de la profesión. Dará futuro a su negocio con la fidelidad de sus lectores.
Estos diez mandamientos se reducen, en definitiva, a dos: no sea usted imbécil y no me tome a mí por idiota.
No es fácil, pero puede hacerse.
Imagen: Maor X en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa
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