Recuerdo un viejo chiste que circuló durante el franquismo... Un turista alemán visita Barcelona en un grupo organizado. El guía les enseña lo típico de entonces y ahora, la fuente de Montjuïc...
- Mucho bonito -comenta el alemán- perro mi querrer verr obrrerros españoles que volarr
El guía se encoje de hombros y sigue la visita. La Sagrada Família...
- Imprresionante -se admira el alemán- perro querrerr verr obrrerros españoles que volarr
Nuevamente el guía se hace el orate. La Pedrera...
- Grrande Gaudí -prosigue el alemán- perro mi querrerr verr obrrerros españoles que volarr, que parra eso haberr venido yo a Barrrcelona
El guía finalmente se cabrea:
- Pero... ¡qué obreros españoles ni qué niño muerto! Aquí no vuela nadie. Si acaso los aviones.
- Sí que volarr... Mi haberr leído en «Franckfurter Algemeine» que en manifestación de obrrerros de SEAT, policía hacerr disparros al airre y, plaf, caerr muerrtos trrres obrrerros, así que mi querrerr verr obrrerros españoles que volarrr.
¿Por qué será que las declaraciones de los mossos a la juez del caso Raval, con eso tan divertido de los gritos de ira y no de dolor, de los rodillazos de distracción previstos en los protocolos, me han hecho venir a la memoria el chiste? Un chiste de tiempos del franquismo, insisto.
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