15-M, movilizaciones contra los tarifazos del transporte público en Barcelona, mareas verdes, amarillas y no sé de cuántos colores más, protestas diversas a base de sentadas, manifestaciones festivas y un largo etcétera de derroche imaginativo. Y no se consigue absolutamente nada. El autismo de los políticos por toda respuesta.
Gamonal, Sants, palos, piedras, gasolina, heridos, detenidos, incendios, cristales rotos, contenedores ardiendo... Y se cubren objetivos. Los políticos se cagan y se la envainan.
Después, aparecen en ruedas de prensa investidos a fuer del mismísimo Gandhi clamando contra la violencia, predicando que con la paz y la negociación se consigue todo, pero que por las bravas nunca se consigue nada. Y lo único que muestran, verdaderamente, es su tremendo miedo a que la cosa se les vaya de las manos, a que los incendios se extiendan, a que una protesta local alcance una dimensión global y sistémica. Apagar como sea el fuego de las cortinas antes de que arda todo el edificio. Hace ya años que están aterrorizados ante la simple idea de una primavera española sabedores de que millones de ciudadanos sonríen ante esa posibilidad.
Pero el mensaje que verdaderamente emiten ellos, más allá de sus hipocresías, de sus cinismos y de sus estupideces, por encima de sus lugares comunes de chorradas políticamente correctas, es que las cosas sólo se consiguen haciendo gasto en antidisturbios. No atienden a la razón, sólo al palo.
¿Quién es el verdaderamente violento? ¿El que lanza la botella de inflamable o el que no cede un milímetro en horas, días, semanas, meses de negociación pacífica y se allana completamente a las pocas horas de follón?
¿Quién fomenta, quién propugna la violencia?
Imagen: Anonymous Tx en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa
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