1 de noviembre de 2013

Estampidas de finde

Fin de semana largo. Algunos le llaman «puente», pero no lo es. Un «puente» es el conjunto que forman un fin de semana corriente (sábado y domingo) con un jueves o un martes festivos: ese viernes o ese lunes forman el ojo del «puente» en cuestión. No es -aunque pueda parecerlo- un fenómeno puramente español: sucede en muchos países europeos, si bien, con el tiempo, tiende a ir evitándose corriendo simplemente el día festivo (de jueves a viernes o de martes a lunes) cuando la naturaleza de la fecha y su arraigo social e histórico lo permiten. Lo que ocurre es que suelen permitirlo muy poco. Recuerdo que aquí se intentó cambiar el día de la Inmaculada -8 de diciembre- y se armó un follón de mil demonios (azuzado por la Iglesia a campana batiente, huelga decirlo) con lo fácil que hubiera sido cambiar (incluso suprimir, pasándolo al domingo) el día de la Constitución -6 de diciembre-, que nos importa un rábano a casi todos, con más razón a cada año que pasa.

Ayer, este fin de semana largo propició una escena ciertamente sonrojante: la de nuestros ínclitos diputados largándose en auténtica estampida después de haber efectuado una votación y sin esperar al resultado de la misma (ya sabido, por otra parte, gracias a la absoluta hegemonía del PP). He aquí el numerito:


Sonrojante, sí, pero perfectamente democrático, si entendemos por tal la exacta representación de un electorado. Porque, señores, esto, pudiendo, lo hacemos todos. Y el que no lo hace sistemáticamente lo hace ocasionalmente, pero no hay nadie, nadie, que pueda tirar la primera piedra. Y no os canséis con ejercicios de autopuritanismo en los comentarios porque está claro que no los voy a censurar, pero ni voy a hacerles caso ni voy a rectificar. Nadie, repito e insisto para que quede claro.

Los que trabajamos en centros o unidades relativamente numerosos (donde trabajo actualmente hay unas trescientas y pico personas), lo vemos cada semana ante el reloj de fichaje: entre lunes y jueves, la gente va saliendo paulatinamente; el viernes puede verse un cierto apelotonamiento. Pero si hay un fin de semana largo, como este, y no digamos si hay un «puente» (un «puente» de verdad), las colas no llegan a ser importantes porque la gente ficha con la velocidad del rayo (fichamos por simple contacto de la tarjeta credencial, dotada de banda magnética), pero a nada que permaneciera cada uno solamente tres (3) segundos ante el reloj, habría colas de auténtico supermercado soviético. Es curiosamente así: cuanta más largo es el asueto, más pugna la gente por apurarlo hasta las heces (las «operaciones retorno» muchas horas después del atardecer del último día son otra muestra gráfica de ello).

Sí, el espectáculo dado ayer por nuestros diputados fue, sin paliativo alguno, vergonzoso. Pero antes de rasgarnos las vestiduras y de ponerles a parir, como sin duda merecen, démosle la vuelta a nuestro punto de mira, orientémoslo hacia nosotros y compartamos con ellos esta vergüenza.

Otro día hablaré de por qué nos gusta tan poco trabajar, incluso cuando nuestro trabajo sí nos gusta, y explicaré mi punto de vista sobre por qué la presunta pereza española (que no es tal, al menos generalizadamente, sino otra cosa) tiene buenas razones de ser.

Pero, hoy por hoy, mirémonos en estos diputados. Somos nosotros. Tal cual.

1 comentario:

  1. Hay excepciones, lo puedo asegurar.
    Y tambien hay gente a quien los puentes o fines de semana largos le revientan la existencia.´

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Ojo con lo que dices. Aquí puedes criticar a quien quieras y a lo que quieras (a mí incluido) pero guardando ciertas formas. El insulto y la falta de respeto, los sueltas en la taberna o en tu propio blog, no vengas a tocar las narices al mío. Lo que quiere decir que si contravienes esta condición, borraré sin más lo que hayas escrito y me da igual que clames por la censura o por la leche frita. Pero no habrá que llegar a eso ¿verdad?