13 de enero de 2014

La madre del cordero

Hay cosas que, pese a conocer bien -según creo- este desgraciado país, todavía me asombran.

En mi barrio hace tiempo que colea la solicitud de un importante número de vecinos -aunque no está claro si mayoritario- que exigen la implantación de la zona verde. En Barcelona, esa zonificación, complementaria de la azul, es un área delimitada para el estacionamiento preferente de los residentes en sus proximidades, de tal modo que por un precio verdaderamente irrisorio pueden estacionar sus vehículos privados hasta un máximo ininterrumpido de una semana.

Tras una de las polémicas en el Consejo de Barrio, comenté con un grupo de los que exigen zona verde que estacionar gratuitamente -o casi- en la calle no constituye un derecho ciudadano fundamental, que el uso privativo de la vía pública debe regularse de acuerdo con el interés general y no el de particulares y que cuando uno se compra un coche, debe estar concienciado de que va a tener que afrontar unos gastos: impuesto de circulación, tasas de ITV, carburante, revisiones periódicas, seguro, reparación de averias... y, sí, también el estacionamiento. Les indiqué que yo pago una plaza de parking desde hace muchos años y que, bueno, el día que no pueda pagarla, sencillamente no tendré coche, porque no asumo estacionar el coche en la calle sí o sí (por aquello del equilibrio neuronal).

Ni que decir tiene, que la respuesta fue, como es habitual, en dos sentidos: el primero, la insinuación de que yo soy una especie de potentado, un sobrado; la segunda, que necesitan el coche para trabajar. A la primera parte de la respuesta, contesté con mi habitual sarcasmo al respecto: los pobres no tienen coche (y volví a lo dicho en el párrafo anterior y las previsiones de gasto) porque el coche es un lujo; a la segunda parte, mi dúplica aún les enfureció más: el noventa por ciento de los que dicen que necesitan el coche para trabajar, miente; de más o menos mala fe, pero miente. A menos, claro, que necesitar para trabajar equivalga a necesitar para dormir media hora más o necesitar para no ir en bus o en metro como un pringado cualquiera, que es pensamiento muy extendido principalmente entre pringados. De todos los que dicen que necesitan el coche para trabajar (esto se lo he llegado a oir decir a un parado, no te lo pierdas) no lo necesita de veras ni un 10 por 100 y creo que ya me paso de generoso con esta proporción.

Sin perjuicio de que, por supuesto, cada cual es muy libre de tener coche cuando, como y para lo que le dé la gana, claro está, pero no a costa de mi parte alícuota de espacio público.

¿Por qué recuerdo ahora esta historia que, repito, en mi propio barrio es recurrente? Por lo del barrio de Gamonal, en Burgos.

Obviamente, no vivo allí y sólo sé lo que pasa por la prensa y por Internet, así que mi análisis puede estar equivocado (de hecho, estoy convencido de que saldran muchos -tan informados o poco informados como yo diciendo que es absolutamente erróneo y hasta no faltarán tres o cuatro que me llamarán canalla vendido al capitalismo y al PP). Pero, claro... El alcalde quiere hacer un bulevar de una calle convencional, hoy, según veo en el proverbial Google Maps, una ancha avenida (en realidad, la travesía de una carretera nacional) que imagino poco transitada por (sigo imaginando) alternativas viales (rondas de circunvalación o similares) para el tráfico que pasa por Burgos pero no se detiene allí.

Visto así, no veo la cosa tan terrible. Es verdad que el alcalde no ha hecho un referendum ni entre los vecinos del barrio ni entre los del común de la ciudad; de hecho, esto de los referendums no es una mala fórmula democrática, pero me da miedo lo que puede ocurrir si se implanta en este país tan aficionado a pasar de África a Suecia en cuatro días (y así después pasa lo que pasa). Además, esto de los referendums, al presente, trae mal fario. También es verdad que el constructor adjudicatario de la obra es un individuo ciertamente sospechoso y de muy negros antecedentes. Y, bueno, no sé cómo anda de carencias la ciudad de Burgos y, por tanto, no puedo juzgar si los 8 millones de euros en que está presupuestada la obra (que, como siempre, acabarán siendo 16) están mejor gastados en esto o en otra cosa. Pero, en principio, así en principio y sin ir más allá, la conversión de una arteria viaria otrora de alta densidad y, al presente, en declive, en un bulevar de paseo y comercial, no está mal; en Barcelona se ha hecho en muchos sitios y la impresión general es -o me parece a mí- bastante positiva.

Pero es que la bulevarización no viene sola: como consecuencia de la misma, se acaba con el libre aparcamiento en toda esa zona y, para compensar la carencia sobrevenida de plazas de estacionamiento en la vía pública se construye también un parking subterráneo. De pago, claro está.

Y ya tienes a la calle Vitoria ardiendo.

Por eso reitero la pregunta que hace un rato he formulado en Twitter: ¿establece la Declaración Universal de los Derechos Humanos el derecho inalienable a disponer de una plaza de estacionamiento gratuito en la vía pública?

Pues esto es este país y por eso nos pasa lo que nos pasa. Toda Europa estaba sorprendida ante la mansedumbre -yo lo llamaría de otra manera- de este país ante la agresión brutal a derechos -esos sí: importantes y capitales- como los laborales, como la sanidad, como la educación, como las jubilaciones, como la asistencia social... y arde medio Burgos porque les quitan el aparcamiento en la calle.

Si Europa no nos cala bien calados ahora...

Imagen: Calle Vitoria (captura de Google Maps)
Licencia: Dominio público

3 comentarios:

  1. Como ya le dije por twitter, quiero creer que ahi hay algo más: quizás la forma de tratar las protestas en su comienzo (¿antidisturbios cargando contra 100 personas?) ha provocado que la gente se cabree más aún o, como comenta, los antecedentes turbios de los responsables.

    En cualquier caso tampoco es sorprendente: ahí está el motín de Esquilache, que explotó por la prohibición de las capas de los hombres.

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  2. http://www.eldiario.es/escolar/pasando-Burgos_6_217738233.html

    Las cosas no son tan simples.

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  3. Sí son tan simples. Los vecinos se echaron a la calle claramente por el tema del estacionamiento (el propio artículo de Escolar al que enlazas así lo comenta también). Que luego la cosa se ha complicado, de acuerdo: las barbaridades de los antidisturbios, el combustible que le añaden intereses ideológicos y cívicos, perfectamente legítimos, desde luego, el empresario modelo que se ha hecho con la licitación, el alcalde intolerante y poco dado al diálogo. Bien. Y, por supuesto, la búsqueda de argumentos y motivos más elevados que algo tan prosaico como aparcar el coche para dar volumen a una protesta que ya se ha enquistado. Perfecto. Pero que si no se llega a tocar el aparcamiento en la vía pública no hubiera pasado nada, eso lo sabe hasta el potito.

    Escolar retrata un barrio hecho polvo comido por el paro, por los desahucios, por la marginación... Pues hay que ver lo que aguantaron sin rechistar. Hasta que les tocaron el apacamiento.

    Cuanto más sé sobre este caso, más me ratifico en lo dicho en el post.

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