11 de febrero de 2014

Cansinos

Me llena de alegría un titular al que llego vía Menéame en el que un preboste del fútbol (que no sé quién es exactamente ni me interesa un rábano saberlo) se queja de que la piratería está llevando el negocio a la ruina. Bueno, aparte de que la ruina del fútbol sería por sí sólo un excelentísimo motivo para que yo adorara la piratería, las lágrimas de cocodrilo de ese individuo se unen a otras, más clásicas, de todos bien conocidas.

En un post de ayer mismo, Enrique Dans ya les patea el trasero a estos cuentistas, con argumentos no por largamente reiterados (por él y por muchos otros, yo entre ellos) menos ciertos y contundentes.

Pero no hay manera. Quieren que se pague por ver sus contenidos, cosa que me parece muy bien; pero lo malo es que quieren que se pague según el modelo de servicio que ellos dicten.

Uno de esos modelos -que afecta plenamente al tema del fútbol- es el de abono. Abono quiere decir que no puedes adquirir el contenido que te interesa, sino que tienes que tragártelo metido en un paquete de contenidos que no te interesan para nada pero que se pretende que se paguen igual. Es como si yo voy a una frutería y, al pedirle al tendero que me ponga esa manzana, me replica que sólo me la puede poner si le compro un kilo de ellas; o, peor aún, que sólo me la sirve si, con ella (o con ese kilo de ellas), compro además un kilo de tomates.

Cuando se instauró la TDT, nos vendieron que una de sus ventajas (técnológicamente posible) era la de servir contenidos a la carta, sin abono. Me interesa ese partido de fútbol, o esa corrida de toros, o esa carrera ciclista y, conveniéndome su precio, lo compro y ya está. Pues no: tienes que abonarte -casi siempre por satélite- a una cadena -obviamente, de pago- futbolera o taurina o deportiva en general, con lo que pagas por un montón de contenidos que ni fu ni fa. Y gracias si es sólo eso: es habitual que esas cadenas especializadas cuelguen de otras generalistas, es decir, para poder abonarte al canal futbolero o taurino, primero tienes que estar abonado al canal generalista del proveedor. Y no es raro que ese contenido que te interesa no vaya siquiera comprendido en los precios de las dos cadenas de trago obligatorio sino que tengas, además, que pagarlo aparte.

El caso del cine es paradigmático de todo esto, gracias a que el cine ha metido al enemigo en casa. González Macho es productor cinematográfico, sí, pero como segunda dedicación: su verdadero negocio es la exhibición, las salas de cine. Y son las salas de cine (no la piratería) las que están arruinando a la industria: primero con sus precios super-abusivos (la prueba es que cuando bajan, como hacen ahora los miércoles, la cosa marcha); y, segundo, con las ventanas de exhibición, que impiden ver un estreno por oro medio ajeno a la sala, lo que lleva a que la gente se busque la vida y la encuentre, claro está (y además, gratis). Peor para ellos.

Un día se darán cuenta de esto. Ellos no, claro, pero cuando estos de ahora se hayan arruinado y los que vengan detrás aprendan la sencilla lección de que si quieres que la gente pague hay que dar lo que la gente quiere y búscate la vida para rentabilizarlo, volverán a vivir tiempos económicamente esplendorosos. Y me alegraré de ello.

Como también me alegraré cuando algunos se tiren de los pelos y se mesen las barbas viendo el ingente volumen de negocio que han perdido mientras querían imponer no sólo un modelo de negocio sino, además, unas reglas del juego.

Y la única regla que hay aquí es que la gente paga por lo que quiere comprar, no por el lo tomas o lo dejas del vendedor. Porque entonces, como es de ver, vamos a buscarlo a otra parte. Y lo encontramos.

No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Imagen: Fernando de Sousa en Wikimedia Commons
Licencia: CC-by-sa

1 comentario:

  1. Al preboste en cuestión se le junta el hambre con las ganas de comer, porque, además de futbolero, es un conspicuo productor cinematográfico y presidente de Egeda. O sea, completito.

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