7 de enero de 2014

Constitución... ¿de Nueva Planta?

Me he pasado este día de Reyes -bueno, unos cuantos ratos del día de Reyes- discutiendo en Twitter sobre por qué el independentismo catalán sólo tiene dos salidas: o la reforma constitucional que permita la famosa consulta o la vía de hecho. Como parece que aún queda algo de seny en el independentismo, ven claro que la vía de hecho, el fait accompli, es imposible de todo punto. Y en la contrariedad de la constatación, por más recovecos que busquen, de que sus únicas -e ínfimas- posibilidades sólo están en esa prácticamente imposible reforma constitucional que se cargara el «indivisible» que contiene el artículo 2, sin matiz ni excepción posible, se revuelven reprochándome mi presunto puritanismo constitucional que, según ellos, sería contradictorio con mis reiterados exabruptos contra la pepa del 78, que ya no nació muy lucida y ahora está hecha un asco de veras. Como decía aquel, entre todos la mataron y ella sola se murió.

Pero sobre la Constitución, sobre los puritanismos constitucionales y sobre la no menos presunta sacralización de la Constitución que se está haciendo ahora, habría que decirles a los secesionistas unas cuantas cosas. Para empezar, la más evidente: la sacralización de la Constitución ni es de ahora ni se ha inventado especialmente para rechazar al secesionismo; la sacralización de la Constitución existe desde que existe la propia Constitución y nos la hemos tenido que comer con patatas todos los españoles en prácticamente todos los temas, desde la monarquía hasta el independentismo, pasando por los derechos sociales, la economía social de mercado, un montón de derechos que sólo están sobre el papel y un montón de aspiraciones -algunas perfectamente legítimas, otras quizá no tanto- que han sido abortadas (¡ay!), es decir, liquidadas antes de nacer, porque no estaban en el papelín, porque el papelín decía otra cosa o porque los de la Casta nos decían que el papelín decía otra cosa aunque en ciertos aspectos ni Dios sabe qué coño dice el papelín cuyas sucesivas interpretaciones pueden contarse, sin exagerar, en más de una docena.

Veamos cómo son las cosas, por si alguien no se ha enterado. Aquí, Mas y sus adláteres (aunque ya no se sabe quién es adlátere de quién) han planteado una consulta que será (dicen) convocada para el próximo 9 de noviembre. Pero para que esa consulta sea legal, el Gobierno [español] tiene que autorizarla. No tiene, evidentemente, ninguna intención de hacerlo pero es que, aunque la tuviera, no puede autorizarla. ¿Por qué? Porque una de las opciones de esa consulta es la independencia de Cataluña y el artículo 2 de la Constitución dice que España es patria común e indivisible de todos los españoles (la negrita, obviamente, es mía). Por tanto, un Gobierno español jamás puede autorizar una consulta que pueda dar paso a la divisibilidad de España, porque esa autorización sería impugnada ante el Tribunal Constitucional y allí se caería al abismo con casi toda seguridad.

La forma legalmente correcta, pues, para llegar a esa consulta es lograr (largo me lo fiáis) una reforma constitucional que eliminara esa palabra, «indivisible», o, por lo menos, la sometiera a la excepcionalidad mínimamente necesaria para que un Gobierno español pudiera (si quisiera, que esa es otra) autorizar la consulta; o puestos a reformar la Constitución, hacerlo también (también, esto es, además) en el sentido de otorgar a las comunidades autónomas la facultad de convocar consultas vinculantes incluso con los fines que nos ocupan. Dejémonos de especulaciones: a fecha de hoy, no hay más camino que esto o esa terrible vía de hecho a la que he aludido, pero espero que nadie esté tan loco como para recurrir a ella de veras; las consecuencias serían horribles, espantosas, que nadie lo dude.

En lo que a mí personalmente concierne -en algunos momentos de la discusión en Twitter me ha concernido- mi apuesta por la legalidad sistemática de toda reforma a la que se aspire, ni es de ahora ni ha nacido con el tema del independentismo. Ya con el 15-M se suscitó la cuestión y aquí puede verse mi parecer ya por aquel entonces (especialísima atención al quinto párrafo), hace va para tres años, sin que el independentismo tuviera nada que ver con lo que se estaba tratando.

Pero es que, además, los secesionistas hablan de la Constitución como si fuera una especie de castigo divino sobrevenido injustamente sin que los catalanes tuviéramos arte ni parte, como si la Constitución nos fuera algo ajeno específicamente inventado para asfixiar esa presuntamente masiva ansia independentista (sobre la que habría mucho que hablar, pero no será hoy), como un nuevo y feroz Decreto de Nueva Planta. Es decir, la Constitución va camino de verse envuelta en esa inmensa nube de fabulación histórica que siempre ha caracterizado al nacionalismo (incluso en su propia partida de nacimiento). Por tanto, habrá que hacer cantar a los números, a ver si nos enteramos (si es que queremos enterarnos).

La Constitución fue aprobada por todos los españoles en un referendum democrático, es decir, universal, directo, igual y secreto, en el que cada pepe con DNI pudo ir libremente a votar Sí, votar NO, votar en blanco, votar nulo o pudo no ir a votar con la misma libertad, y todo ello con independencia de raza, sexo, religión, orientación sexual, clase social, lugar de nacimiento y lugar de residencia. Lo mismo pudo votar (o no, si no le dio la gana) un catalán que un extremeño. Y más aún: dentro del grupo de padres de la Constitución (es decir, los que cocieron el mejunge) había dos catalanes (Jordi Solé Tura y Miquel Roca Junyent). No sé si entre ese reducidísimo grupo habría alguna futura comunidad autónoma con mayor representación; ni siquiera creo que igual. Sentada esa premisa, vamos a los números...

Fuimos llamados a votar 26.632.180 españoles, de los que votaron/votamos (lo que yo hice no le importa a nadie) 17.873.301 (un pelín más del 67%). Votaron/mos a favor 15.706.078 (88% del voto emitido y 59% del total del censo). Concretamente en Cataluña, de un censo electoral de 4.398.173, votaron/mos 2.986.810 (68%). Votaron/mos a favor 2.701.870 (90% del voto emitido y 61% del total del censo).

Lo que significa que no sólo Cataluña aprobó la Constitución con nada menos que un 90% de los votos emitidos, sino que superó la media española en participación y en voto afirmativo, tanto sobre los votos emitidos como sobre el censo electoral. Casi nada lo del ojo.

Pero no sólo eso. Fijarse en las pocas regiones que nos superaron (% sobre voto emitido): Andalucía, Canarias (aunque con menos participación que Cataluña) y Murcia (por muy poco: el porcentaje fino de voto afirmativo fue del 90,4 en Cataluña y del 90,8 en Murcia). (Nota: Murcia era provincia, no comunidad autónoma, pero al constituirse en tal, su demarcación territorial coincidió con la que había sido la provincia). Comunidades autónomas tenidas hoy por cavernícolas, como custodias de la esencia del Hispanistán, respondieron a la Constitución con menos entusiasmo que nosotros, los mismísimos catalanes.

O sea que no nos vengan con cuentos chinos: esto son cifras y lo demás romances. O manipulación.

Después está el otro argumento (este a cargo de jóvenes): muchos de los catalanes de hoy no votaron esta Constitución. Bueno ¿y? ¿Cuántos británicos han votado la Carta Magna (1215)? ¿Cuantos norteamericanos han votado su Constitución (1787) o, incluso, la última de sus enmiendas (propuesta en 1789 pero ratificada en 1992)? ¿Cuántos franceses han votado la Constitución de la actual Vª República (1958)? ¿Cuántos italianos (1947) o cuántos alemanes (1949) la suya? Si es que, encima, tenemos una de las constituciones más jóvenes de nuestro entorno (si exceptuamos a los países del antiguo Pacto de Varsovia)...

Todo eso son realidades, realidades que, por mucho que se desee cerrando muy fuerte los ojos y concentrándose mucho y pidiéndoselo con mucha fe al niño Jesús, no pueden canviarse a conveniencia de ninguna ideología o movimiento social o político. Quizá dentro de cien años el nacionalismo pueda engañar a los niños explicándoles cómo la Legión, violando y matando a mansalva, impuso en Cataluña el texto ominoso que cercenaba el camino a la libertad. Quizá entonces, pero hoy no. Hoy somos demasiados aún (por más jóvenes que no la hayan votado) los que recordamos cómo fue el proceso constitucional de 1978 y somos muchísimos los que a la hora de dar cifras como las que yo he dado, ni siquiera tenemos que recurrir a Internet y nos basta con tirar del archivo de recortes de prensa que tenemos en la estantería.

La Constitución de 1978 está ahí porque la quiso la mayoría de los españoles. Y, sobre todo, una ingente mayoría de catalanes.

Punto.

4 comentarios:

  1. Tiene toda la razón, pero creo que ha quedado fuera de su análisis el momento histórico en el que se votó la Constitución (aunque si que lo destacabas implícitamente en su artículo de 2011).

    El voto a favor de la Constitución era más una censura a la dictadura y un intento de evitar caer en otra y su votación se planteó en términos de "esto o nada".

    A parte que el espectro político era muy diferente al de ahora, con un ejército al que se se había de tratar con pinzas no fuera que le entraran ideas extrañas (como acabó pasando).

    En este marco, la simple legalización del Partido Comunista fue un logro que parecía inconcebible unos pocos años antes.

    Me parece que es más bien ese nacimiento anómalo de la Constitución, junto a la ambigua (conscientemente) redacción del texto lo que le quita validez a la Constitución actual.

    Eso si, en un futurible proceso "re-constituyente", y dado las facilidades que da hoy en día la técnica para mantener (si se quiere) una opinión más informada, debería presentar a votación por separado los ejes principales del nuevo estado español (monarquía/república, centralismo/federalismo...)

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    1. Pues sí, en eso vamos a estar muy de acuerdo: si hay una reforma constitucional o una Constitución enteramente nueva, el referendum habría de hacerse título por título, pero me temo que esto es ilusiorio. Llegado el momento, harán como en el 78 («esto son lentejas») y me temo que, por más que efectivamente, una situación de presente o de futuro a corto o medio sería muy distinta de la de aquel entonces, picaríamos igual y, a cambio de tres tonterías de engañabobos (tipo estado social de derecho, o derecho a la salud, o derecho a la vivienda digna, etc.) nos la meterían doblada en tantos otros aspectos.

      En lo del momento histórico tiene, por supuesto, razón también, pero lo mismo y en mucha mayor medida en otras constituciones de nuestro entorno. Ya no hablare de la Carta Magna o de la Constitución de los Estados Unidos, pero fíjese en qué momento se promulgó la de la Vª República Francesa (1958: el regreso del gaullismo desastres indochino y argelino mediante) o las italiana y alemana, en la inmediata posguerra (y después de una brutal derrota). La particularidad del momento histórico, igual que el transcurso de una o varias generaciones, no invalida en absoluto la validez jurídica de una norma,sobre todo constitucional. EMHO, claro está.

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  2. Evidentemente, es tu blog y en él hablas de lo que quieres, pero me reafirmo en un comentario que te envié por twitter: no hay ningún independentista interesado en cambiar la Constitución Española. Además de imposible, es inútil y realmente, una agresión a lo que creemos que debe ser otro estado con todo el derecho a tener la Constitución que libremente decida.

    Los interesados en cambiar la Constitución son los NO independentistas, que están buscando desesperadamente un acuerdo con el gobierno español, no se sabe muy bien para qué, ellos sabrán.

    No soy ningún experto, pero tampoco me considero especialmente mal informado, y ahora mismo no se me ocurre ningún ejemplo de un nuevo país que haya surgido de la escisión de otro y que lo haya conseguido acordando o forzando la modificación de la constitución del estado del cual formaba parte, para que reconociera su derecho a escindirse. Si existe tal ejemplo, estaría enormemente interesado en saberlo para estudiarlo.

    Como te comenté tambien en twitter, solo hay dos maneras de evitar un proceso de este tipo cuando es mayoritario: usar la violencia, o convencer a suficiente gente de que el coste del proceso es tal que no vale la pena emprenderlo. En este sentido van muchas manifestaciones que oímos, incluídas las tuyas: "la vía de hecho, el fait accompli, es imposible de todo punto", "las consecuencias serían horribles, espantosas, que nadie lo dude", etc.

    Sin embargo, la misma crítica (perfectamente válida, lo acepto) que se hace a los independentistas (que no pueden definir qué pasaría en caso de una DUI, que no pueden concretar cómo quedaría nuestra relación con la UE más allá de buenos deseos, etc.) se puede hacer a los no independentistas que lanzan predicciones fatalistas. En este sentido, estaría muy interesado en que concretaras (si puedes) cuáles serían las consecuencias horribles y espantosas que nos caerían encima.

    Por otra parte, abriendo un poco el foco, me gustaría saber qué parte de tu opinión y de tu, digamos, énfasis, en este tema es debido a tu implicación emocional. Si leyeras en un periódico que una región desconocida de un país africano o sudamericano, con idioma propio y diferente al del resto del estado del que forma parte, con un historial centenario de desacuerdos con el gobierno estatal, con una mayoría independentista, y después de intentar infructuosamente negociar su separación con el gobierno de ese estado, ha decidido declarar unilateralmente su independencia, y busca el reconocimiento internacional, ¿cual sería tu reacción? ¿Pensarías que de eso nada, que se dediquen a modificar la constitución de su estado o que, si no pueden, se aguanten? ¿Crees que esa debería ser la actitud de la comunidad internacional? ¿Y de los tribunales internacionales? ¿Que opciónes deja eso para modificar las fronteras existentes, muchas veces (por no decir siempre) resultado de guerras pasadas? ¿La violencia u otra guerra, como ha sido siempre?

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  3. Creo que hay una Constitución en el mundo que permite la autodeterminación. Si no me equivoco, la de Etiopía. Pero claro, allí tienen también otros problemas más graves que la autodeterminación. Por ejemplo, comer.

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Ojo con lo que dices. Aquí puedes criticar a quien quieras y a lo que quieras (a mí incluido) pero guardando ciertas formas. El insulto y la falta de respeto, los sueltas en la taberna o en tu propio blog, no vengas a tocar las narices al mío. Lo que quiere decir que si contravienes esta condición, borraré sin más lo que hayas escrito y me da igual que clames por la censura o por la leche frita. Pero no habrá que llegar a eso ¿verdad?