En otra parte y en otro momento tengo dicho que, pese a no comulgar para nada con el anarquismo (y menos en los casos en que, detrás de él, se esconde una vulgar y corriente acracia de origen zángano) guardo un gran respeto por los anarcosindicalistas en general y por algunos que conozco, en particular: gente recia, limpia e íntegra a toda prueba.
Uno de los problemas que tienen los anarquistas (los serios, los de verdad) es la ingente cantidad de gilipollas que, parapetados tras la consabida A inscrita en un círculo, se dedican o a no dar golpe, a abusar del patrimonio público -cuando no llanamente a expoliarlo- y, si el viento sopla a favor, también del privado. Es ese tipo de gentuza que, cuando los tiempos y las circunstancias son propicios, se lanza a quemar iglesias y registros. En un país que sufrió un enorme quebranto en su patrimonio histórico y artístico con la invasión napoleónica, durante la cual los gabachos incendiaron todo lo que no pudieron llevarse al Louvre o al bolsillo, tuvo que venir la FAI a rematar la faena y a incendiar maravillas de todos los estilos (góticas, románicas, renacentistas, barrocas...) y a quemar archivos de un incalculable valor histórico y civil, sólo porque eran recintos religiosos o estaban en ellos. Y mientras se dedicaban a hacer el burro, a los muy imbéciles se les escapaban los banqueros por la puerta de atrás (y, a veces, hasta por la de delante).
Ahora han aparecido unos émulos, igual de analfabetos e igual de estúpidos, vulgares gamberros que no vacilarían en incendiar El Escorial, acusándolo de monárquico, o la catedral de Burgos porque es una iglesia. Anteayer pusieron una bomba casera en la basílica del Pilar, un monumento barroco decorado, además, con frescos, cuadros y esculturas valiosísimos (y eso sin contar la talla románica que constituye el centro y eje del simbolismo del templo), al que causaron daños, parece que importantes, pero que sólo afectaron a algún mobiliario y al órgano. Son los mismos, según los medios y el Ministerio del Interior -que ojo con los medios y con el Ministerio del Interior-, que cometieron parecida barbaridad en la catedral madrileña de la Almudena (no: el hecho de que la Almudena sea, en términos artísticos, un pegote de mucho cuidado, sigue sin justificar que se le pongan bombas, a ver si nos enteramos). Un día acabarán matando a alguien, estando ya vigente el nuevo código penal, y vendrán los ays y los huys cuando a dos o tres de estos los pillen y les enchufen la perpetua esa que está pergeñando el PP, si el Constitucional no lo remedia. Entonces saldrá aquello de lo buenos chicos que son y mi pobre hijo ha sido siempre un benefactor de la Humanidad. Ya.
Esto que se fuman los del «Comando Mateo Morral» (anda queeee...) no puede ser bueno para la salud. Sobre todo, para la salud mental.
Quod erat demostrandum.
Imagen: Wiltron (Obra derivada de Escarlati) en Wikimedia Commons
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