Recuerdo que, hace muchísimos años -tantos como el contexto va a indicar-, Jordi Pujol, refiriéndose al protocolo previsto para los juegos olímpicos de Barcelona'92, formuló una advertencia que era, en realidad, una exigencia: «No me dejaré colocar detrás de un ministro». Don Jordi conocía el paño; si no se hubiera hecho valer, hubieran pasado delante de él no los ministros, no: hasta los secretarios y directores generales; y lo hubiéramos visto en cuarta o quinta fila, allá perdido en el fondo del palco. Así que se curó en salud, e hizo muy bien, porque hay mucho mindundi venido a más que porque le dan un coche oficial se cree Napoleón. Atención al principio de Jesús Gil (que de sinvergüenzas sabía para un doctorado) sobre lo de darle una gorra de plato a un tonto.
El presidente de una comunidad autónoma es el representante nato del Estado -no del Gobierno: del Estado- en esa comunidad. Por tanto, en ella, sólo puede ser protocolariamente sobrepasado por el rey y por el presidente del Gobierno. Por nadie más, en absoluto.
Ayer, en el acto del Foment del Treball, los responsables de la cosa pusieron a Soraya Sáez de Santamaría por delante de Mas y Mas se cabreó y dio plantón. Siento decirlo, porque el personaje no es para nada santo de mi devoción, pero, en este caso, Mas tenía toda la razón. Toda la razón en enfadarse y toda la razón en tomárselo por la tremenda y darse el bote. Por más que Santamaría fuera en representación del presidente del Gobierno, ella no deja de ser la vicepresidenta: repito que Mas es el representante del Estado en Cataluña. No es una cuestión de competencias, es una cuestión de estatus político e institucional y en estatus político e institucional, la vicepresidenta del Gobierno, aunque represente al mismísimo papa, en Cataluña está por detrás del presidente de la Generalitat.
Lo que más me fastidia de todo, es que los del Foment y la Soraya han escenificado, con todos los pronunciamientos del caso, el maldito porcojonismo que ha llevado a tanta gente a la estelada, porque hay que reconocer que esos comportamientos a lo conde-duque de Olivares son tremendamente irritantes y, en el presente caso, han constituido una ofensa para cualquier catalán. Incluso para los catalanes, que, como yo, estuvimos el 12 de octubre en la plaza Catalunya. No es de extrañar que, luego, la gente más irritable se cabree y haga multitudinarias las cadenas y demás inventos.
A la imbecilidad mesetaria -porque no puede calificarse de otra cosa aún siendo benevolente, y no tengo ninguna intención de serlo- se añade el desconocimiento de la Historia o, lo que sería peor, la ignorancia, conociéndola, de sus lecciones: los Tercios viejos están muy bien -uno de los mejores cuerpos de infantería de la Historia- para ir a luchar a Flandes o a Nápoles o al Milanesado, pero cuando los metes en Cataluña puede liarse un Corpus de mil pares de narices. El analfabeto que no sepa de qué hablo, que coja el libro y se entere, si puede.
España sí, claro que sí. Pero no esta.
Imagen: Retrato del Conde-Duque de Olivares a caballo (Diego de Velázquez) - Museo del Prado
Licencia: Dominio público
Dicen que me gusta llevar la contraria a todo el mundo. Pero yo respondo lo que el conductor kamikaze del chiste: es todo el mundo el que se empeña en llevarme la contraria a mí
18 de octubre de 2013
1 comentario:
Ojo con lo que dices. Aquí puedes criticar a quien quieras y a lo que quieras (a mí incluido) pero guardando ciertas formas. El insulto y la falta de respeto, los sueltas en la taberna o en tu propio blog, no vengas a tocar las narices al mío. Lo que quiere decir que si contravienes esta condición, borraré sin más lo que hayas escrito y me da igual que clames por la censura o por la leche frita. Pero no habrá que llegar a eso ¿verdad?
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Artículo 152.1 de la Constitución: "(...) la organización institucional autonómica se basará en (...) un Presidente, elegido por la Asamblea, de entre sus miembros, y nombrado por el Rey, al que corresponde la dirección del Consejo de Gobierno, la suprema representación de la respectiva Comunidad y la ordinaria del Estado en aquélla (...)". La CE, esa curiosa mezcla de los Diez Mandamientos y una puta barata.
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