Lo cierto es que una estructura interna corrompida por una falsa solidaridad que oculta cualquier barbaridad, una clase política que también la disimula, cuando no la justifica, y esa sensación de impunidad que parece embargar a los policías (equivalente a la de impotencia que sentimos los ciudadanos) derivada de la garantía de que, aunque se llegue a una condena (para lo cual es preciso un largo y tortuoso camino judicial, no exento en más de una ocasión de amenazas más o menos veladas para los que instan incansablemente un determinado procedimiento), hace que los casos de abusos policiales o de, lisa y llanamente, torturas se multipliquen en número y en gravedad, en una escalada a la que nadie competente (competente en el sentido administrativo de la palabra) parece dispuesto a poner fin.
En ese artículo antes aludido y enlazado, me refería de pasada a un incidente con resultado de muerte a raíz, decía, «de una detención muy conflictiva». Realmente fui cauto y moderado en mi expresión. Aquí puede verse lo que ocurrió:
Las imágenes hablan por sí mismas y las versiones de los testigos pasan a adquirir, con ellas, gran verosimilitud.
Serán los jueces los que habrán de calificar los hechos, pero éstos sí aparecen claros. Sólo queda identificar a los autores y a que éstos, agotadas todas las instancias judiciales, sean indultados por el Gobierno.
No sé cómo habrá que solucionar esto. Bueno, sí lo sé, pero no lo digo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Ojo con lo que dices. Aquí puedes criticar a quien quieras y a lo que quieras (a mí incluido) pero guardando ciertas formas. El insulto y la falta de respeto, los sueltas en la taberna o en tu propio blog, no vengas a tocar las narices al mío. Lo que quiere decir que si contravienes esta condición, borraré sin más lo que hayas escrito y me da igual que clames por la censura o por la leche frita. Pero no habrá que llegar a eso ¿verdad?