14 de octubre de 2013

Barcelona, 12-O

El sábado pasado (el 12 de octubre, ya sabéis) subsumí en un mismo acto -el de redactar una entrada para este blog- una impremeditación y una iluminación. La impremeditación fue ponerme a escribir embargado por la alegría del éxito de la concentración del 12-O en Barcelona. Que fue un éxito, ya explicaré por qué. Y la iluminación fue dejar dormir el escrito en el aparcamiento de borradores del CMS, hasta volverlo a leer pasadas horas. Tampoco es nada extraordinario: lo hago frecuentemente, sobre todo cuando el tema que trato es conflictivo o lo enfoco de una manera especialmente agresiva. De modo que, leído ayer con sosiego, decidí reescribir desde cero.

Bueno, los resultados de la manifestación en cuestión ya los sabe todo el mundo: 160.000 según la organización (notoria exageración), 100.000 según la Delegación del Gobierno, que también se pasó un pelín grueso y la Guàrdia Urbana ni la mento porque eso es puro cachondeo, que se pasó, y mucho, por el otro lado. Mi ojo me dice unos 50-60.000, teniendo en cuenta, atención, que la concentración no sólo ocupó la plaza Catalunya sino que subió por el paseo de Gràcia hasta la Gran Via cosa que, vaya, hombre, no aparece en las fotos. Eso lo vi yo, no me lo ha dicho nadie. Si más arriba de Gran Via continuó habiendo manifestantes -que me parece que no- yo no los vi, luego no los certifico.

Y, bien, como se ha dicho, y es cierto, un ambiente familiar, festivo y agradable. Pocas salidas de tono (sólo detecté dos pollos preconstitucionales que, además, desaparecieron en pocos minutos, y no hubo gritos impertinentes). La meteo, además, acompañó, contra pronóstico de toda la semana, que hacía preveer un día gris y, con grandes probabilidades, lluvioso. Pues no. El viernes llovió todo lo que tenía que llover y el sábado gozamos de una jornada de sol radiante, aunque con alguna sombrita ocasional.

Los números. Yo siempre he relativizado el tema de los números y he preferido hablar de mucha gente o poca gente. Incluso cuando se han debatido manifestaciones adversarias he dicho que me daba igual un millón que trescientos mil, que en ambos casos se trata de muchísima gente, muchísimas voluntades, que es lo que hay que valorar, porque lo de los números ya es un pitorreo sistemático. Ahora hago lo mismo. Ciertamente, los 60.000 de la horquilla alta de mi estimación pueden parecer una ridiculez si comparamos con los bastantes centenares de miles (lo de los «millones» vamos a dejarlo) de los 11-S. Pero, claro, estamos comparando situaciones y circunstancias muy distintas.

El 12-O se convocó sin contar con ninguna ayuda, con ninguna subvención y la divulgación se basó exclusivamente en recursos de Internet y en el boca a boca, porque todos los medios del sistema de aquí simplemente silenciaron ominosamente la existencia de la convocatoria; incluso los medios madrileños, la famosa «Brunete mediática», estuvieron sorprendentemente discretos (menos mal, por otra parte, porque hubieran hecho más daño que otra cosa). Los de aquí sólo hablaron de ella durante la semana, pero para liar mezclando sibilina -y no casualmente- esta convocatoria con otra u otras que habían hecho grupos de ultraderecha; algunos tertulianos y articulistas -con firma propia, por supuesto, pero muy bien acogida en el medio- y algún editorialista, calificaron pertinazmente de «acto fascista» la concentración de plaza Catalunya, sin confundirla con ninguna otra cosa, refiriéndose clara e inequívocamente a la convocatoria del Movimiento 12-O; en los medios más extremos, claro, pero todo suma.

Hay otras circunstancias que aumentan el valor de esa cifra (que, ojo, en sí misma no es pequeña).

En primer lugar, estamos ante un fenómeno de «salida del armario». Un valor positivo e indiscutible es que la asistencia este año superó la del pasado (hay quien dice que la dobló; no sé qué decir). Está claro que en 2012 acudieron los más osados y este año, encorajinados con aquel éxito (que lo fue, también), mucha más gente se ha atrevido. Pero el armario es grandísimo y aún está muy lleno. Treinta y pico años de descalificación sistemática de todo lo español, de descalificación personal -cuando no, redondamente, insultos y acusaciones vergonzosas- a quien se atreviera -a quien se atreva, aún hoy- a manifestar sin complejos su españolidad, pesan mucho y no pueden levantarse en un par de años: es una tarea larga y dura, porque el miedo se auto-retro-alimenta y crea un círculo vicioso de miedo-más miedo difícil de romper.

En segundo lugar, estuvo ausente toda la izquierda hispanista, que probablemente -sobre todo si proyectamos resultados electorales- sea aún numéricamente superior a la presente este sábado. Y esta es una asignatura pendiente del hispanismo, que paga las culpas del «abuso de bandera» que ha cometido algún que otro partido. Las cosas han llegado a tal punto, que un mar de rojigualdas daña a los ojos de la gente de la izquierda, aunque sean tan partidarios de la unidad española como el que más (que la mayoría lo son), pero asocian la bandera vigente no tanto a la monarquía (esa es una alergia propia de republicanos extremos, expresión que utilizo sin la menor acritud, que conste, porque republicano, no sé si extremo o no, también lo soy yo) como a la derecha. Esto es lo que pasa cuando los partidos patrimonializan los símbolos que son de todos. Arreglar eso va a ser un camino también largo y duro, aunque quizá la ansiedad secesionista allane, de alguna manera, ese camino.

En algún medio he podido leer que la manifestación del sábado fue «de derechas», escrito sin aviesa intención, simplemente poniendo de relieve esta circunstancia que es cierta, es así. Hay que reconocerlo: el del sábado resultó un acto de derechas, aunque no lo fuera, ni mucho menos, intencionalmente; ni morfológicamente, si se me apura. Pero la inmensa mayoría de los asistentes orbitaba ideológicamente a la derecha, esto está claro.

Y esta es, en fin, mi crónica y mi visión personal de la manifestación-concentración del sábado. Hay espacio, un gran espacio, para el optimismo porque, como ya he dicho, aún hay muchísima gente, la mayoría, dentro del armario. Ya saldrán; pero ello representa un trabajo -vuelvo a repetir por enésima- largo, árido y duro.

Otro día entraré en el fondo de la cuestión, en el tema Cataluña y España.

A toro pasado (actualización a las 18:00): lo que está claro que ha conseguido la concentración del sábado es poner en el mapa mediático catalán al hispanismo. Del amordazamiento se ha pasado a la afloración de distintas reacciones: desde el desafío (que, bueno...) hasta la bronca ecléctica pero con conceptos claros, pasando por los que, por fin, van constatando la realidad con sus claroscuros y los que, con la poca imaginación que explica su postración, arriman descaradamente el ascua a una sardina que no apetece a casi nadie.

El discurso sobre la independencia de Cataluña ya no es univectorial, ya no hay una sola voz por silenciamiento de la otra. A partir de ahora quizá haya desproporciones y partidismos en el tratamiento de la cuestión, es de temer, claro, no cambian las cosas tan radicalmente. Pero no les ha quedado más remedio que aceptar la existencia de una voz discrepante.

Esa sí que ha sido, sin discusión posible, por pura obviedad, la gran victoria del hispanismo catalán en este fin de semana.


Imágenes: Prensa y autor

4 comentarios:

  1. Con esto de la independencia de Cataluña tengo la impresión de que el PSOE se está portando como el PP al comienzo de la crisis, que estaban esperando a que ZP nos hundiera en la miseria para tener mejores resultados en las elecciones. Ahora es el PSOE el que no le va a poner las cosas fáciles a Rajoy solo para poder aparecer ellos como los salvadores de la patria (o de lo que quede). ¿Imaginas cómo quedaria el PP después de una posible independencia catalana? ¿Debilitado o radicalizado? ¿Ámbas?

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  2. El Partido Popular diría que hay más de 46 millones de españoles que no acudieron a ESA manifestación, ¿no?

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  3. Acepto todo lo que cuentas Javier. Cuándo votamos?

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  4. Estoy seguro que hay más hispanistas, o como prefieras calificarlos, que asistentes a la manifestación, pero muchos no fueron porque esa manifestación representa una parte de España que no quiere que los catalanes voten y decidan su futuro en las urnas. Por mi, nada que objetar a tus acriticas alabanzas a esa inmaculada manifestación libre de pecado (en oposión a la del 11S y lo que significó a tu parecer cúmulo de despropósitos). Pero, votamos?
    O seguimos como estamos a pesar de lo que diga la mayoría del Parlament?
    Parece que a muchos les interesa no cambiar las cosas de la relación Cataluña-España, en especial a las élites económicas, políticas y de los medios de comunicación tanto de Barcelona como de Madrid.

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